He estado pensando en la necesidad de la sanación interior I
Hace años conocí a un joven que había sufrido mucha persecución a causa de sus ideas políticas, y me dijo: “Yo tengo por escrito los nombres y apellidos de todos los que me la tienen que pagar… y no me hables de Cristo, ni de religión, ni de perdón”.
Me dejó con mal sabor. Lo sentí preso, encadenado por su dolor y su rabia.
Sin revelar su identidad, conté este hecho en una homilía, y luego de hacerlo dije a la comunidad: “Y yo creo que la idea es muy buena, y que todo el mundo debería poner por escrito los nombres de todos aquellos que nos la tienen que pagar. ¡Es más, les pido que cuando lleguen a sus casas escriban, uno por uno, los nombres de esas personas que se las tienen que pagar!”.
El silencio del auditorio era extremo, los alientos contenidos, hasta que añadí: “Y ahora, mientras todavía hay tiempo, vayamos perdonando, uno a uno, a todas esas personas, empecemos a rezar por ellas y a perdonar todo lo que nos han hecho”.
Me acabo de leer “La historia me absolverá”, y me he quedado perplejo ante un Fidel Castro que con toda energía y elocuencia condena del modo más agresivo a un sistema que no se ocupa de su pueblo. Dice textualmente:
“Entendemos por pueblo (…) la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes (…).
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