Los sucesos de esta semana alrededor de la intervención de la Ministra de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, en dos comisiones de trabajo de la Asamblea Nacional, han puesto en mayor evidencia, precisamente, la vulnerabilidad de los cubanos, lo que ella como funcionaria pública debía defender. Pero no me refiero a los vulnerables que la Feitó asegura que no existen porque son “evasores de impuestos” o “cubanos disfrazados de mendigos porque en Cuba no hay mendigos”, sino a todos los cubanos que, con estas actitudes notamos vulnerada nuestra dignidad humana.
Si bien es cierto que la dureza de sus palabras, la frialdad al expresarse, la negación de una realidad nacional, afectaban el oído y más que el oído estrujaban el alma al escucharlas, su intervención concluyó con el aplauso uniforme que caracteriza al llamado parlamento cubano. Poco tiempo después, como si los allí presentes no hubieran consentido en público aquello de lo que discrepaban en privado (nada raro en esta deformación de la conciencia, en esta doble moral en la que algunos cubanos han elegido vivir) nos llegan las noticias de algo que todos notamos, pero que solo es verdadero si viene notificado “desde arriba”: “A partir de la falta de objetividad y sensibilidad con que abordó temas que centran hoy la gestión política y gubernamental”, la ministra reconoció sus errores y presentó su renuncia al cargo.
Algunos piensan que la decisión tomada viene a responder a las múltiples críticas desde la ciudadanía y la sociedad civil dentro y fuera de la Isla. Otros opinan que la insensibilidad va más allá del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
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