Muchos somos conscientes de los diversos movimientos que se proyectan en direcciones muy distintas con el supuesto propósito de satisfacer una aspiración universal: la justicia social. Para lograrla, unos tienen un propósito legítimo de mejorar la condición humana mediante el diálogo, la transacción y la colaboración; otros persiguen una meta de dominación y poder con el argumento de la necesidad de imponer un régimen estricto empeñado en crear una sociedad igualitaria. Ninguno logra abrir paso a una sociedad perfecta, pero los primeros la promueven en libertad y mediante el imperio de un Estado de derecho y los segundos desarrollan las condiciones para imponer la obediencia a un Estado encargado de resolver sus deficiencias. Además, hay muchas situaciones diferentes en las que esta aspiración fomenta la elaboración de teorías que son las gestoras de esos diversos movimientos. La Teoría Crítica de la Raza es una de éstas y se ocupa de la raza de una manera muy particular y controversial en el ámbito social de Estados Unidos. Llamémosla "camino crítico de una aspiración de justicia social" enfocada en un sector de la población. Desde una óptica académica y técnica, este "camino crítico" puede identificarse como constructivismo crítico, que es una combinación de teorías críticas; en otras palabras, ni más ni menos que una combinación explosiva de neomarxismo, progresivismo y posmodernismo.
El constructivismo se refiere a la reconstrucción social o cultural; una idea
posmoderna que pretende analizar cómo las personas piensan sobre el conocimiento y cómo se organiza la sociedad en torno al conocimiento, y adentra su discurso en la forma en que usamos el lenguaje con esos propósitos. Por el contrario, la crítica pura es un medio particular por el cual se analiza la sociedad con el propósito de identificar sus errores para corregirlos o contrarrestarlos.
Esta sencilla crítica es la que es auténticamente constructiva y es muy diferente en su contexto y en sus metas al pensamiento crítico del constructivismo en el que se fundamenta la Teoría Crítica de la Raza. De hecho, esta Teoría es una perversión de la crítica pura. Utiliza la misma palabra –"crítica"– a propósito. Efectivamente, estos teóricos críticos hacen un mal uso de las palabras intencionalmente y frecuentemente tienen un doble significado. Por otra parte, la crítica de nuestra sociedad en teorías como esta, a través de una proclamada aspiración a la justicia social, se complica por las tendencias políticas e ideológicas que la distorsionan.
Podríamos enfocar dos de sus significados:
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Algunos amigos me preguntan mi opinión acerca de si hay probabilidades de que los sucesos ocurridos en Cuba, desde hace un año, se repitan. Se referían al 27N, al 11J, al 15N entre otros. No es fácil la respuesta. Tan difícil como crítica que es la situación. Por supuesto, igual a aquellos no será. No hay nada totalmente igual en la historia. Nadie es adivino para predecir el futuro, pero todos se preguntan ¿qué pasará en Cuba?
Todos hemos sido advertidos: la política, la religión y el dinero son temas de los que no debemos hablar con nuestros invitados. Los economistas, acatando este consejo, tratan de explicar el desarrollo económico sin mucha referencia a la religión y no han tenido en cuenta si las creencias religiosas nos hacen más ricos o más pobres. Sin embargo, muchas sociedades emplean considerable tiempo y dinero en prácticas religiosas. Entonces, ¿cuál es el impacto económico de nuestras prácticas religiosas? En este vacío intelectual, los profesores Rachel M. McCleary y Robert J. Barro, en su libro La riqueza de las religiones, exploran cómo las creencias y prácticas religiosas afectan la productividad y el crecimiento económico. No les interesa la teología ni la doctrina. Su interés está en los costos y beneficios económicos de mantener ciertas creencias religiosas. Esta columna se deriva de ese enfoque.
Los movimientos de masas se orientan a erradicar todo enfoque del ser humano como "persona" de dos formas:
El socialismo en todas sus variantes (comunismo, fascismo, etc.) ha disfrazado siempre, de manera innata y consistente, su orden dictatorial detrás de una estructura formal “legal”. El hecho de que tenga una cobertura jurisprudencial y que se racionalice con una moral sesgada, no lo hace moral, justo, o de alguna manera conectado con la noción republicana del Estado de derecho. El comunismo cubano se encuentra bajo la amenaza sistémica de las inminentes y masivas protestas populares convocadas para mediados de noviembre y de una huelga general que detonará sin fecha definida. Entre su armamento estratégico para la supervivencia del régimen está la argucia del legalismo socialista.