Los sistemas autocráticos, totalitarios, populistas del estatal-socialismo se derrumban y cambian, víctimas de sus propias contradicciones, y no como resultado de presiones externas u opositoras, según evidencia la historia de los modelos europeos y asiáticos surgidos el siglo pasado, y tal como puede apreciarse en Cuba y otros países de América Latina.
Los regímenes exsocialistas europeos cambiaron desde dentro, económica y políticamente a economías de mercados y modelos políticos de más-menos democracias representativas. No fueron simples reformas, fueron cambios de sistemas.
En América Latina, Ecuador, que avanzaba hacia un estatalismo-populista, en línea con el estatal socialismo castrista, desde la misma cúpula gobernante el sucesor de Correa revisó y revirtió el proceso iniciado por aquel, en fehaciente demostración de que tales modelos se revierten desde adentro y desde arriba.
La historia enseña que la oposición violenta nunca fue una vía para conseguir la caída de esos regímenes. Sin embargo, se ha evidenciado que la oposición y la disidencia pueden influir en el curso de los acontecimientos, en la medida de su capacidad organizativa, para actuar pacífica y democráticamente cuando el desgaste del régimen, sus fisuras, debilidades y disposición a los cambios, así lo permiten.
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