El “debt ceiling”, “techo de la deuda” o deuda máxima es un límite establecido por el Congreso de los Estados Unidos desde 1917 que exige al gobierno la aprobación legislativa de cualquier gasto que lo sobrepase. El Congreso puede aumentar o reducir este límite por decisión legislativa, lo que obliga al Poder Ejecutivo a controlar sus gastos o negociar acuerdos con el Poder Legislativo que estén justificados por las necesidades financieras del país.
En estos momentos, el límite asciende a 14,294 billones.
EEUU enfrenta un creciente déficit presupuestario anual que está aumentando enormemente la deuda pública (ver el cuadro que abarca desde 2001 hasta 2011). Estos déficit crecieron notablemente entre 2002 y 2004 como resultado de las guerras de Afganistán e Iraq, desde 158 mil millones hasta 413 mil millones, y empezaron a disminuir gradualmente hasta reducirse a 162 mil millones en 2007. El proceso se invirtió a partir de ese año, pero en proporciones abrumadoras e insostenibles, alcanzando la cifra de 1,650 billones en 2011, es decir, cuatro veces más que el déficit más alto de la administración anterior y diez veces más alto que el déficit de sólo cuatro años antes.
El problema es que un déficit tan gigantesco no puede eliminarse de la noche a la mañana. Cualquier intento de hacerlo súbitamente sería catastrófico y hundiría al país en una depresión económica. Por lo tanto, la controversia que ha impedido hasta ahora un acuerdo entre las fuerzas políticas del país no consiste en si se debe aumentar o no el límite máximo de la deuda sino en cuánto se ha de aumentar y en cuánto se han de reducir los gastos presupuestarios para frenar el aumento acelerado de una deuda que ya a estas alturas representa un enorme gravamen para la economía del país.
Tanto los congresistas como el Presidente y su gabinete saben bien que si no llegan a un acuerdo antes del 2 de agosto de 2011, el gobierno no tendrá fondos suficientes para responder a todas sus obligaciones actuales. En realidad, la crisis se remonta al 16 de mayo, cuando el gobierno de EEUU alcanzó ese límite máximo y tuvo que recurrir a fondos de urgencia. Por tanto, podemos confiar en que esta pugna, que tiene grandes matices electorales en los intentos de ambas partes de echarle la culpa de la crisis a la otra, se resolverá días antes de esa fecha. Es inconcebible que la obstinación de ambas partes se sume hasta desembocar en tamaña catástrofe.
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