
He estado pensando en la construcción de un mito III
Cuando Alina, la hija de Fidel y Natalia Revuelta, describe en sus memorias cómo fue posible que Fidel lograra seducir a Mirta Díaz-Balart, la “joya” de la alta sociedad de Banes, dice lo siguiente: “Fidel tenía el encanto de la desfachatez”.
La desfachatez es la actitud de la persona que no tiene en cuenta la dignidad, ni los derechos, ni la sensibilidad de las demás personas. Es aquel que se centra en sus objetivos, que va directo a lo que quiere y lo toma aunque para ello tenga que arrasar al que tiene delante, sin respetar pero sin esconderse, descaradamente y, a la vez, mirando de frente.
Y sí, la desfachatez puede tener su encanto, el encanto de la persona “dura”, sin límites, capaz de lograr lo que quiere a cualquier precio… pero es un encanto a corto plazo. A la larga, la gente termina dándose cuenta de que es una actitud incivilizada, y la pareja se desencanta, los amigos se alejan, y los admiradores se convierten en detractores. Pero a la larga.
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Estoy convencido de que, en la misma medida en que se acerca el final de esta etapa histórica, Cuba corre serios peligros de violencia, desorden, incoherencias, cambios de acera, movimientos caóticos, banalización del mal y, sobre todo, relativismo moral (todo da igual) y signos contradictorios y desconcertantes.