“La verdadera riqueza de una nación está en su gente” Informe sobre Desarrollo Humano 1990
Con la publicación del Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) 2010, el 5 de noviembre, se cumplen 20 años del primero emitido por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 1990.
Su aparición representó un suceso realmente revolucionario. Rompía con la vieja clasificación de los países preferentemente basada en el ingreso nacional obtenido por habitante, un indicador parcial que soslaya una variedad de factores característicos del progreso de una nación. Por supuesto, nadie puede negar la creación de la riqueza como un elemento de avance, sin la cual no puede haber un progreso sustentable, como se ha probado muchas veces lamentablemente.
Sin embargo, reducir el ascenso social de un país determinado sólo al nivel del Producto Interno Bruto (PIB) alcanzado sin tener en cuenta su redistribución y el mejoramiento en actividades tan importantes como la educación, la salud pública, la seguridad social, la disminución de las diferencias de género y un elemento clave: la libertad de los ciudadanos, puede llevar a conclusiones erradas, pues la experiencia universal demuestra que el crecimiento económico, aunque importante, no siempre equivale a desarrollo.
¿Cómo se pudieron equivocar tanto los economistas?, el ensayo de Paul Krugman (comentado en estas páginas de Democracia Participativa, poco después de su publicación en setiembre del 2009), así como la crisis financiera del 2008, que desatara la gran recesión global de 2008-2009, entre otros, han traído nuevamente la discusión sobre la relevancia del pensamiento, teorías económicas e implicaciones de política pública de los afamados economistas John Maynard Keynes y Milton Friedman. No obstante, realmente este debate más bien se origina y termina centrándose sobre los roles del Estado y del mercado en la sociedad y más específicamente sobre si se justifica o no la regulación de las actividades de servicios financieros.
Los planteamientos teóricos de Keynes influyeron decisivamente las consideraciones y las propuestas de política macroeconómica a partir de los años 1930s y en la posguerra, así como en el desarrollo del llamado estado del bienestar en EE.UU. y Europa. Keynes fue un severo fustigador de los mercados financieros tipo casino que precedieron a la reciente crisis financiera, así como la Gran Depresión, los cuales no se basan en sus fundamentos de largo plazo sino en las presiones especulativas de corto plazo. En diciembre de 1965 la revista Times destacó el éxito del pensamiento keynesiano y poco después el presidente Richard Nixon señaló que todos somos keynesianos.
Sin embargo, Milton Friedman con su famoso discurso en el American Economic Association de 1968 sobre cómo el manejo macroeconómico estaba conduciendo a una estanflación determinó que sus teorías, interpretaciones y recomendaciones de política económica comenzaran a popularizarse y prevalecieran en las políticas públicas de EE.UU. y el Reino Unido. Particularmente a partir de los años 1980s, cuando estuvieron muy asociadas a los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, uno de cuyos lemas principales fue "el gobierno es el problema, no la solución" y el crecimiento económico es la mejor forma de ayudar a las personas de bajos ingresos y no las medidas redistributivas del Estado.
En concreto, las teorías de Friedman se reflejaron en, entre otros, la reducción de los niveles impositivos, del gasto público, de la regulación económica; un menor papel del Estado en la sociedad, la promoción del comercio internacional y de regímenes de cambio flexible para facilitar los ajustes al mayor comercio, y la preponderancia de la política monetaria para influir el nivel del PIB a corto plazo. También en propuestas para involucrar (o empoderar) más a las personas en los problemas que le conciernen, i.e. los vales educativos.