¿Democracias?

altYulia V. Timoshenko fue Primera Ministra de Ucrania cuando Víktor Yúshchenko ocupaba la Presidencia y ambos fueron promotores de la “Revolución Naranja” que instauró la democracia en ese país.  Sin embargo, la rivalidad entre estos dos destacados líderes democráticos abrió las puertas del poder al actual Presidente, Víktor Yanukovich, que actualmente arrastra a Ucrania hacia un sistema cada vez más autoritario.

Desde la oposición, la Sra. Timoshenko es actualmente líder del partido Bat'kivshchyna (Батьківщина, Patria).  Su experiencia en la época opresiva del imperio Soviético le permite reconocer, en un magistral artículo publicado en días pasados en la prensa mundial, los peligros que enfrenta la democracia cuando “el régimen de derecho es pervertido sistemáticamente”. Esta realidad puede aplicarse a un proceso que se repite lastimosamente en otras partes, porque la división e incoherencia de las fuerzas democráticas suele tener consecuencias nefastas, como las que observamos en algunos países latinoamericanos.

Timoshenko pregunta: “¿Qué pasa si los enemigos de la libertad usan las elecciones para afianzar su agenda antidemocrática?” Y concluye que:  “El resto del mundo no debe hacer la vista gorda frente a la reincidencia autoritaria”.

Estos argumentos le sirven para dar la voz de alarma sobre lo que sucede y puede suceder en Egipto y otros países del Oriente Medio que enfrentan revueltas populares en estos momentos.

Aunque no menciona los casos de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, su testimonio y análisis bien podría aplicarse a los procesos que atentan contra la democracia en esos países.  El caso de Cuba ya es historia pasada, pero nadie parece escarmentar en cabeza ajena.  No obstante, Yulia V. Timoshenko nos da su voz de alarma:

LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

 

por Yulia V. Timoshenko

KYIV, Feb. 9.─ Desde la nevada Kyiv, he observado las revoluciones en El Cairo y Túnez con alegría y admiración. Los egipcios y los tunecinos tienen razón de estar orgullosos de su deseo de derrocar pacíficamente a sus gobiernos despóticos. Pero, como alguien que lideró una revolución pacífica, espero que el orgullo sea atemperado por el pragmatismo, porque un cambio de régimen es sólo el primer paso en el establecimiento de una democracia respaldada por el régimen de derecho. Por cierto, como mi país, Ucrania, hoy está demostrando, después de que se esfuma la euforia revolucionaria y regresa la normalidad, las revoluciones democráticas pueden ser traicionadas y revocadas.

La primera de las lecciones de Ucrania para los demócratas egipcios y tunecinos es que las elecciones no hacen una democracia. Después de todo, ¿qué pasa si los enemigos de la libertad usan las elecciones para afianzar sus agendas antidemocráticas? ¿Qué pasa si elementos del antiguo régimen, o los cuadros de minorías militantes, sólo pretenden abrazar normas democráticas para secuestrar la nueva democracia?

En Ucrania hoy, éstas no son cuestiones abstractas. Seis años después de nuestra Revolución Naranja, no sólo la democracia de mi país está bajo amenaza, sino que el régimen de derecho es pervertido sistemáticamente y nuestra independencia nacional, echada por la borda. Por cierto, el sistema presidencial/parlamentario híbrido que Ucrania estableció como parte del acuerdo que trajo un fin pacífico a nuestra revolución está siendo vaciado para concentrar todo el poder político en manos de un presidente electo supuestamente de manera democrática.

Por supuesto, la difícil situación de Ucrania no implica que el pueblo de Egipto y Túnez deban desdeñar el llamado a elecciones libres. Determinar la voluntad del pueblo efectivamente requiere una expresión a través de las urnas. Pero las elecciones por sí solas no pueden solucionar los problemas políticos fundamentales que confrontan Egipto y Túnez. En particular, no pueden crear un orden liberal y una sociedad abierta.

Para ser efectivas, las elecciones deben ser antecedidas por un amplio debate, en el que se formulen, se ataquen, se defiendan y, en definitiva, se plasmen argumentos políticos en organizaciones partidarias ideológicamente coherentes. El consentimiento democrático recién puede darse verdaderamente cuando los votantes saben a qué están consintiendo. Cualquiera que se niegue a hacer a público lo que pretende hacer cuando esté en el poder, o mienta al respecto …

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