Discurso en el Congreso Nacional Extraordinario del Partido Popular. Mayo 7 de 2011
Quiero aprovechar esta oportunidad para recordar al inicio de estas palabras a tres copartidarios esenciales en la vida de nuestro partido que no están hoy con nosotros: al incansable Iván Romero, mi amigo y compañero de lucha durante toda mi participación en política; al conciliador y generoso René Orillac que dejó en su vida pública y privada una estela luminosa de honradez , y al tenaz Roberto ‘Tito’ Méndez que tuvo la voluntad de tomar la responsabilidad de la secretaría general en uno de los momentos más difíciles de nuestra vida partidaria. Para ellos mi permanente recuerdo.
Quiero ir a lo medular y no a lo adjetivo, que tantas veces nos traga el tiempo que dedicamos a la política y decir lo mucho que he aprendido de todas y todos los copartidarios y conciudadanos con los que he tenido la oportunidad de tratar a lo largo de los años. Pero permítaseme primero subrayar algunos antecedentes.
Nací en una familia que por varias generaciones se ha dedicado a la política desde inicios de la República. Mi bisabuelo, Ricardo Arias Feraud, y su hermano, Tomás Arias, fueron próceres de la independencia, miembros de la Junta Revolucionaria. Tomás, formó parte del Triunvirato de la Junta Provisional de Gobierno en 1903 y ambos hermanos fueron sucesivamente Secretarios de Relaciones Exteriores del primer gobierno constitucional. Mi padrino de confirmación, el llamado ‘caballero de la política’, Francisco Arias Paredes, fue presidente de un partido de centro izquierda, y un hombre de ideas progresistas, aclamado por las multitudes. Su hijo, mi tío, Ricardo Manuel Arias Espinosa, asumió la Presidencia de la República en momento traumáticos para el país, devolviéndole su confianza en sí mismo al punto que durante su mandato se realizó la exitosa convocatoria en Panamá de la primera reunión de jefes de Estado del continente americano; y el hermano de mi padre, Juan Bautista Arias, gracias al apoyo popular, fue durante veinte años diputado y en su cargo reconocido por su rectitud y convicciones.
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