Los comunistas acostumbran adueñarse de los bienes, ideas, inventos e iniciativas de los demás, para aparentar que sólo ellos pueden transformar la sociedad en un mundo más justo. Así se han adueñado también del mérito que implica promover un homenaje «a las mujeres corrientes como artífice de la historia que hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre», como proclamaron las Naciones Unidas el Día Internacional de la Mujer en 1975. Pero en Estados Unidos, desde mucho antes, ya se conmemoraba el Día Nacional de la Mujer desde el 8 de marzo de 1909.
En realidad, la fecha elegida para la conmemoración de este día no es casualidad. El 8 de marzo de 1857 129 mujeres trabajadoras murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, después de que se habían declarado en huelga en su lugar de trabajo. Y por ese hecho se escogió esa fecha.
Confieso que hay días en que me pregunto cómo podemos vivir los cubanos en medio de tanta arbitrariedad, incertidumbre y violencia. Para los creyentes nos queda el recurso de apelar a la fe, que nos revela a Dios hecho hombre y clavado en la cruz para redimir a toda la humanidad. A su imagen y semejanza deberíamos vivir esta pasión por Cuba, que duele hasta el tuétano y se torna oscura en la medida que un puñado de hombres ejercen de Pilatos, nos conducen hasta el calvario de la vida en la miseria, la zozobra y el odio.
En los últimos días se ha incorporado a la retórica oficial una campaña contra el lanzamiento de la canción “Patria y Vida” compuesta e interpretada por varios cantautores cubanos de la Isla y de la Diáspora. El video, que no tardó en volverse viral en las redes sociales, ha sido mal acogido por el gobierno de Cuba, que ha respondido con sendos artículos en el diario oficial del Partido Comunista, Granma, tuits en las cuentas oficiales del presidente y otros funcionarios, reportajes en el noticiero nacional de la televisión y, desgraciadamente, actos de repudio de los más espeluznantes de los últimos tiempos.
Si la Revolución es invencible, y está más fuerte que nunca, ¿qué hace un país respondiendo oficialmente, por todas las vías posibles de su monopolio comunicacional, ante una canción de unos artistas independientes? Si los medios oficiales como Cubadebate, califican con los argumentos más despectivos posibles a cada uno de los cantantes del video, estamos ante un censura oficial, o es obra de un editor por cuenta propia, que toma la justicia por su cuenta? Si la canción no ataca a personas, sino que habla de “un sistema que no funciona ni para nosotros mismos”, y todo el contenido producido por el gobierno es lesivo para la reputación de los cantantes, ¿quién incurre una vez más en actitudes poco éticas?
Cuba vive en medio de una crisis. Es necesario tomar decisiones y diseñar políticas públicas sin dilación y sin exclusión. Todos queremos salir ya de la crisis-sobre-crisis que es la pandemia sobre un modelo que no funciona. ¿Quiénes deben tomar las decisiones? ¿Quiénes deben contribuir al diseño de los caminos que necesitamos? ¿Quiénes deciden cuáles, cuándo y cómo se escogen y recorren esos caminos?
Las respuestas pueden ser diferentes. Y, en coherencia con los hechos, podemos evaluar qué modelo antropológico nos ha servido para el desarrollo humano integral de los cubanos, en qué tipo de sociedad vivimos, en qué sistema político se desarrolla nuestra existencia, y con qué modelo económico queremos resolver nuestros problemas. Por los hechos también podemos saber cómo es nuestra vida cultural, religiosa, o cómo son las relaciones de Cuba con la comunidad internacional. Son los hechos y no las ideologías, las que nos permiten tener una idea objetiva de lo que está sucediendo en nuestro país. Si solo la ideología es la que prevalece y nos permite conocer la realidad, entonces somos idealistas. Si solo lo material prevalece, somos materialistas. Con hechos e ideas, lo más pegados a la realidad posible, entonces somos realistas.
Para evaluar los sistemas sociales existen instrumentos universalmente aceptados que permiten conocer las respuestas de fondo a cada una de estas preguntas. Son criterios de juicio mundialmente consensuados. Estas herramientas para evaluar los modelos antropológicos, sociales, económicos, políticos, religiosos, culturales e internacionales, no surgen del voluntarismo de una persona, o de un grupo, ni de una ideología, ni siquiera de un país o comunidad de naciones de una región del mundo. La conciencia mundial, el desarrollo cultural, el crecimiento cívico de la humanidad, han alcanzado un nivel de consenso indiscutible que se pueden resumir en el espíritu y la letra del documento cívico de mayor trascendencia y altura de miras que ha logrado el género humano: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la ONU el 10 de diciembre de 1948, y los Pactos Internacionales que la aplican y complementan: el de Derechos civiles y políticos, el de Derechos económicos, sociales y culturales, y el de Derechos de los pueblos.
One of the biggest misnomers in popular culture is the notion of “democratic socialism”. It does not exist. The lie socialist politicians like Bernie Sanders, Alexandria Ocasio Cortez (AOC), and America’s left have been promoting is a fabricated myth. It is a clever ploy intended to deceive.
“Democratic” socialism: The use of the adjective “democratic” serves to camouflage socialism’s abysmal moral, political, and economic failures. American socialism is wholly Marxist based. In fact, it inherently rejects welfare-state, social democratic schemes. It sees those alternatives as copouts. The new Biden administration, shepherded by todays increasingly left-wing Democratic Party, will retake the hardcore “long march through the institutions” Obama began.
Highlighting a mythological variant of the “Nordic model” (Denmark, Norway, Finland, Sweden), an oscillating fusion of a welfare-state structure with varying degrees of social democratic purports, America’s socialist movement is on another playing field. In his address at Havard’s Kennedy School in 2015, former Danish Prime Minister Lars Løkke Rasmussen clarified difference between the “Nordic model” and socialism. “I know that some people in the U. S. associate the Nordic model with some sort of socialism”, he said.
“Therefore, I would like to make one thing clear. Denmark is far from a socialist planned economy. Denmark is a market economy”. “The Nordic model is an expanded welfare state”, Rasmussen continued, “… but it is also a successful market economy with much freedom to pursue your dreams and live your life as you wish”.
Carl Bildt, Sweden’s Prime Minister from 1991 to 1994, also sent out a clear warning to Americans about the effects of socialism, to awaken consciousness from this sham promoted by America’s communists.
«1984» es uno de los libros más famosos de la historia. El año 1984 llegó y se fue, pero la visión profética y de pesadilla que George Orwell proyecta desde 1949 en este libro sobre el mundo amenazadoramente cambiante que se estaba avecinando, resulta más actual que nunca en este siglo que proclama con notable fanatismo el "cambio" y "más cambios" en busca de una utópica panacea.
«1984» sigue siendo el gran clásico moderno de la "utopía negativa", esa ahora llamada "cancel culture" o cultura de la cancelación que define el fenómeno cada vez más extendido de retirar el apoyo moral y financiero, o incluso digital y social, a personas u organizaciones que los grandes centros de poder financiero o político consideran inadmisibles o "deplorables". Aunque esta novela sorprendentemente original e inquietante crea un mundo imaginario, resulta profética y completamente convincente desde la primera oración hasta las últimas cuatro palabras expresando su amor “al Big Brother” o "al Gran Hermano" (¿el líder "indiscutible" de hoy?) que “vela” por el "bienestar" y “vigila” para que haya “orden”. No puede negarse el poder de la novela sobre la imaginación de generaciones enteras, o el poder de sus amonestaciones; un poder que parece crecer, no disminuir, con el paso del tiempo y dibujarse con grandes rasgos en la realidad actual.
En la novela, los personajes se sienten acorralados en todos sus ambientes, rodeados de cámaras que los observan y micrófonos que los escuchan hasta en los lugares más privados (¿diríamos hoy que se haga por motivos de "seguridad nacional"?). Prácticamente todo lo que se dice, lo que se hace y hasta lo que se desea hacer y cuáles son los gustos y preferencias de cada uno está registrado y sirve para controlarlos. Encontramos en sus páginas que hay incluso expertos que te observan, te escuchan y examinan tus preferencias, los que, a su vez, perfeccionan constantemente su capacidad de leer las expresiones faciales de la gente (¿los actuales expertos en "face recognition" mediante programas cibernéticos?).
Si todo esto nos parece exagerado, miremos a la China de hoy: hay cámaras en todas partes vigilando a sus ciudadanos y todo lo que hacen en Internet está monitoreado. Se ejecutan algoritmos y se están realizando experimentos para asignar a cada individuo una puntuación social. Si no actúa o no piensa de la manera "políticamente correcta", le suceden cosas lamentables: pierde la capacidad de viajar, por ejemplo, o pierde su trabajo, o puede perder la libertad o hasta la vida. Sin duda, es un sistema sumamente abarcador y eficaz.