Relata la Historia que cuando Bolivar llegó a Lima, en la Guerra de la independencia, le ordenó al Mariscal Sucre marchar con el Ejército Libertador al Alto Perú para destruir el último reducto del poder militar español en América. Se sabe que el Mariscal Sucre le sugirió al libertador no ingresar al Alto Perú, por cuanto no se sabía si sus habitantes querían ser peruanos, argentinos o independientes, el Libertador insistió y Sucre cumplió la orden de la mejor manera posible tratando de no derramar más sangre americana. Sin embargo, mi percepción es que los alto peruanos sabían exactamente lo que querían: Ser un país libre e independiente. No se sentían argentinos ni peruanos. Sabemos de sus argucias para convencer a Sucre y dar nacimiento a lo que sería Bolivia, recurriendo a todas las “artes”. Al fin y al cabo, parece que el ego de los libertadores fue muy grande, se creó la “República de Bolivar” con su capital “la ciudad de Sucre.”
Heredamos un territorio enorme, lo que fue la Real Audiencia de Charcas. Con límites
poco definidos y claros. Con tres regiones diferentes: La costa, la zona andina y el Oriente. Sólo la zona andina estaba organizada en la cual existía varias ciudades, entre ellas Charcas (Sucre), La Paz, Cochabamba, Potosí y otras. El Oriente estaba casi deshabitado, la excepción era la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, esta región había luchado con mucho heroísmo por la independencia, donde se destaca la Batalla del Pari. En la costa había casi nada al extremo que no pudimos organizar una Marina Mercante y peor una Marina de Guerra.
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No sé en este momento la respuesta a esta pregunta, pero está ahí como tantas otras.
Cuando un cambio viene de un modo suficientemente lento, escapa a la conciencia, y no provoca en la mayor parte de los casos ninguna reacción, ninguna oposición, ninguna revuelta…
El cientificismo se ha entronizado en el pensamiento universal hasta el punto de fomentar el relativismo moral, que se establece con el argumento de que los conceptos éticos son variables según las culturas y las épocas en que se desenvuelven, sencillamente porque no pueden ser empíricamente demostrados.
Según lo describo en el libro de próxima publicación, titulado "La Huella del Cristianismo en la Historia", el cientificismo resultante de La Ilustración «postula que los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas, lo cual tiende a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas. Por tanto, sus críticos lo califican como una postura ideológica que pretende hacer pasar como conclusiones de la ciencia lo que serían en realidad nociones intelectuales propias de una determinada filosofía materialista. Por el contrario, sus promotores estiman que las ciencias formales y naturales presentan primacía sobre otros campos de la investigación tales como ciencias sociales o humanidades.»