Lo primero es lo primero. Acudan al Washington Post y busquen una gran investigación sobre la esclavitud de los negros en Estados Unidos. Gracias a Internet lo pueden hacer y es gratis. Nada menos que más de 1700 congresistas, a lo largo de los años y las décadas, tuvieron esclavos, es decir: poseyeron personas. El último de esos congresistas murió en 1914, aunque la Enmienda XIII, que puso en libertad a los esclavos, es de 1865. Entre los ‘propietarios de gentes’ estaban, a mediados del siglo XIX, Andrew Johnson, luego vicepresidente de Abraham Lincoln, Sam Houston, un héroe en Texas y, naturalmente, Jefferson Davis, presidente de la Confederación de Estados del sur.
Doce presidentes también fueron esclavistas. Mencionemos sólo a tres: George Washington, padre de la independencia nacional, primer presidente del país, y uno de los hombres más ricos de USA. Seguido de Thomas Jefferson, el tercer presidente de la nación. Tras morir su mujer, mantuvo una larga y discreta relación con Sally Hemings, una preciosa mulata esclava, muy joven. Tuvieron seis hijos y cuatro llegaron a la edad adulta. Se ha sabido por las pruebas actuales de ADN realizadas a los descendientes. Y la estrella y fundador del partido demócrata, Andrew Jackson, séptimo presidente de Estados Unidos quien, a principios del siglo XIX, colocó un anuncio en un periódico reclamando un esclavo que había huido de su propiedad. Autorizaba a quien lo encontrara a darle cien azotes por los que él, AJ, le pagaría convenientemente.
Efectivamente, era la época de ser esclavista. Esclavitud había habido siempre, al menos desde que dejaron de matar a los prisioneros de guerra. Pero ya en esa época había políticos o personas dotadas de ética que se negaban a participar en las contradicciones de la esclavitud. Por ejemplo, el segundo presidente de Estados Unido, John Adams y su mujer Abigail Smith, acaso por ser genuinamente puritanos. O el hijo, John Quincy Adams, sexto presidente de USA. Todos en la familia presentaban un juicio moral muy severo contra la esclavitud. Es muy difícil creerse la historia constitucional de EE.UU, o la proclama de 1776, escrita por Thomas Jefferson, en la que se establece que todos los hombres son iguales ante la ley y, simultáneamente, tolerar el racismo y la esclavitud.
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