El devenir de la democracia en América - Una nueva realidad

Una nueva realidad

En 1959, sin embargo, se produce un hecho realmente disruptivo de la democracia en el continente: la revolución cubana, que produce un vuelco fundamental y considerable en la historia americana.

Expulsado de la Organización de Estados Americanos, el gobierno de Cuba fue el gestor de movimientos revolucionarios en la región, que marcarían una etapa de alteración institucional hasta casi el fin del siglo XX.

El fenómeno del castrismo radicalizado muta por dos hechos más cercanos que cambian su percepción. En la década de los 70s, como producto de trabajos de intelectuales argentinos exiliados en México y de sus pares locales, se revitaliza el pensamiento de Antonio Gramsci, el pensador marxista italiano. Con esta revitalización, la lucha por el poder se corre al campo cultural, verdadero motor de la sociedad.

El segundo hecho, mucho más decisivo, es la convocatoria del Foro de San Pablo, realizada por Lula da Silva y Fidel Castro, en 1990, a todas las organizaciones, partidos o movimientos de izquierda en América. En ese momento fundacional, se reunieron 48 diversas corrientes ideológicas de la izquierda que, desde entonces se han reunido periódicamente, año tras año. El Foro se propuso una revisión estratégica de la revolución izquierdista en América, al mismo tiempo que renovar el pensamiento de esa corriente, y afirmar su oposición al capitalismo, al neoliberalismo y confirmar al socialismo como alternativa necesaria y emergente, frente a la caída del muro de Berlín y su efecto en Europa. Además de su discurso antiimperialista, el Foro concluía que esa alternativa sólo podía surgir de la voluntad de los pueblos.

El mensaje claro de los convocantes fue poner fin a la lucha armada y acceder al poder a través del sistema democrático. Las razones eran claras: la fuerza propia no era suficiente y sin una transformación cultural, la toma del poder por las armas, aunque fuera posible, sería improductiva. Porque, según Gramsci, sin una hegemonía cultural, no revolución no podía tener éxito.

El encuentro de San Pablo ha sido visualizado como la consolidación de las fuerzas de izquierda.

Otra lectura es posible, sin embargo. Con la recomendación del Foro de San Pablo, muchos partidos considerados de izquierda, han llegado al poder a través de las urnas y elecciones populares, y cesó la lucha armada. Pero su comportamiento no ha sido uniforme. Algunos, como Chile, Brasil, Uruguay o Perú, se han mostrado más proclives al respeto de las instituciones vigentes, a la separación de los poderes, y especialmente acerca de la independencia del poder judicial y el mantenimiento de la libertad de expresión. Como complemento de ese comportamiento, en esos países hubo cambios regulares de gobierno por la vía electoral y donde, como en el caso de Chile, una presidente de izquierda entregó el gobierno a un opositor, a pesar de la gran popularidad con que terminó su mandato. Cuando se produce la alternancia en el poder, las instituciones democráticas se proyectan mejor.

Como consideración adicional, estas presuntas “izquierdas” flexibilizaron sus concepciones económicas, y se aproximaron a conceptos afines a una economía de mercado, en cuanto al tratamiento del capital extranjero, las inversiones, la apertura de la economía y sus relaciones comerciales internacionales. Su política internacional tampoco siguió los lineamientos de la izquierda tradicional, que mostraba su clásico sentimiento anti-americano.

Otro grupo de “izquierdas”, por el contrario, se apartaron de los principios del constitucionalismo liberal, modificaron sus constituciones, apuntando principalmente a abrir la posibilidad de la reelección.

Se nos presentan así, dos hipotéticas “izquierdas” sin afinidad entre sí, en cuanto a los aspectos institucionales. Como ambas se proclaman “democracias” la distinción pasa, necesariamente, por otras categorías, en las cuales, englobar también a los otros gobiernos que no son de izquierda. La distinción más adecuada parece ser la que se relaciona con el respeto a las instituciones y a los valores de la libertad individual y a la forma de ejercicio del poder.

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