El devenir de la democracia en América - Las dificultades del lenguaje

Las dificultades del lenguaje

No es ajeno a este malestar un problema de lenguaje.

La filosofía puso, en el siglo XX, un acento muy especial en el lenguaje, que se transformó en un objeto privilegiado de estudio. La filosofía del lenguaje caracterizó parte del pensamiento del siglo pasado y de manera muy clara, la disciplina evidenció los problemas de comunicación que el lenguaje implicaba y cuánto de las dificultades de comprensión recíproca eran meramente problemas de lenguaje más que de fondo.
Una de sus figuras más relevantes, Ludwig Wittgenstain, llegó a afirmar que de lo que no se puede afirmar nada, es mejor no hablar y que si nos pusiéramos de acuerdo con el uso de las palabras, desaparecerían la casi totalidad de las discusiones fundamentales.

Este parecería ser parte del problema de la discusión sobre la democracia: no hablamos de lo mismo. Con toda seguridad, democracia es el vocablo que más discusiones ha originado a través del tiempo.

En el orden de la política, la preocupación por el uso del lenguaje y sus condicionantes, fue materia de especial análisis y preocupación por parte de George Orwell, que veía al uso de los términos como un elemento distorsionante. Por ello, reclamaba poner especial atención a la agenda pública, preocupación compartida, entre otros, por Antonio Gramsci.

Gramsci advirtió que la batalla central de la política se da en el orden cultural y que quien se apropie de dicho orden (y por lo tanto del lenguaje) garantizaría el triunfo.
Este elemento, el uso de los términos, es esencial en la discusión actual, donde democracia, progresismo, participación y pueblo –por ejemplo- no significan lo mismo para todos. Ninguna discusión sobre un objeto social puede omitir un examen de los usos linguisticos sobre dicho objeto.

Thomas Kuhn reactivó el concepto de paradigma como modelo y afirmó que uno de los problemas del cambio de paradigma era su incapacidad de ser traducido. Es decir, que no hubiera manera de trasladar el lenguaje de un paradigma a otro, porque las cosas no significan lo mismo para las partes. Esta imagen es suficientemente descriptiva de la situación actual de la discusión sobre la democracia: la palabra “democracia’ es polisémica y su evolución a través del tiempo presenta grandes cambios e interpretaciones, al punto que ya no existe acuerdo sobre su contenido. Las limitaciones del lenguaje son parte del problema, como vieron Wittgenstain y Orwell, aunque el problema podría ser más profundo que un mero problema terminológico.

Especialmente, en Hispano América, donde existe una corrupción estructural inherente al régimen de representación política. De no recuperarse esta erosión de la legitimidad de la democracia puede producir consecuencias malsanas.

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