El devenir de la democracia en América - ¿De qué demodracia hablamos?

¿De qué democracia hablamos?

Parte del malestar de la democracia se origina también en la dificultad de comprensión de los temas en conflicto. La discusión central sobre los modelos en pugna excede el simple hecho de definir las palabras y se asienta sobre la circunstancia innegable de que existe un cuerpo muy apreciable de teoría democrática sobre el cual construir y realizar precisiones que puedan servir como instrumento para el análisis de las formas recientes de la democracia.

La definición de democracia es en sí misma un problema no resuelto. Las discrepancias sobre el concepto son graves y muchas. Pero si bien no podemos evitar las discrepancias, sí es posible hacer el esfuerzo de evitar la confusión y tratar de precisar, al menos, el panorama en discusión.

El concepto de democracia, en un sentido básico y ampliamente compartido sería definirla como el sistema de gobierno donde la soberanía reside en el pueblo. Aceptando provisoriamente esta definición, se puede afirmar que, a partir de 1776 y a lo largo de los siglos XIX y XX, el principio democrático fue ampliamente aceptado en América, salvo Brasil, convirtiéndose en el continente que primero adoptó ese principio como forma de gobierno.

Exceptuando Cuba, los países de la América hispana , son hoy gobiernos elegidos por el pueblo, y por lo tanto, podrían ser considerados gobiernos democráticos. Es una situación muy poco usual en la historia de la región: en 1978, sólo había tres gobiernos con esas características, Colombia, Venezuela y Costa Rica. El flagelo de los golpes militares, usuales en los siglos XIX y XX, ha dejado de ser una alternativa válida a los sistemas democráticos.

Sin embargo, la realidad muestra la coexistencia de dos tipos de regímenes distintos, que afirman cada uno constituir auténticas democracias, pero que son incompatibles entre sí, lo que origina parte del malestar con la democracia.

Por un lado, la gran mayoría de los gobiernos (mayoría considerando cualquier variable, ya sea número de países, extensión territorial, población o producto bruto) muestra –con mayor o menor fortaleza- su apego a los principios reflejados en una concepción de la democracia que incluye instituciones clásicas del constitucionalismo llamado liberal, y tendientes a limitar el ejercicio del poder.

Por el otro, existe un conjunto menor de países conducidos por nuevos líderes con un discurso radical, elegidos también por el voto popular, pero que reniegan de ciertos principios del constitucionalismo clásico que impiden el ejercicio absoluto del poder. Una situación que contribuye a aumentar el malestar de la democracia.

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