Algunas décadas atrás, dos ciencias que parecían distantes entre sí profundizaron una prolífica interacción. Por un lado, la economía –nacida con el más limitado objeto de administrar los recursos del hogar (“oikos”: casa; “nemo”: administración)- expandía sus fronteras hacia otras áreas de la comprensión del comportamiento humano. Por el otro, la psicología –originada como la ciencia del “alma” (“psyche”: alma o actividad mental; “logía”: estudio)- abría sus puertas a otras formas de comprender los procesos mentales, las emociones y la toma de decisiones.
Este proceso de fertilización cruzada rápidamente comenzó a dar interesantes frutos, consolidándose en el “mainstream” científico. Entre los pensadores más destacados que realizaron los primeros aportes encontramos al economista Gary Becker, quien -a comienzos de la década del 50- al escuchar en un curso universitario a su profesor Milton Friedman referirse a una economía útil para analizar la vida real- pensó en la posibilidad aplicar el análisis económico a otras áreas de las relaciones humanas. En este marco, escribió su “Tratado sobre la familia” (1981) que lo hizo merecedor del Premio Nobel de Economía en 1992.
Señores, ¡Yo no me dedico a eso!, es la primera novela del médico cirujano y colega de Democracia Participativa, Dr. Antonio Llaca. Es ágil, de fácil lectura, con gran sentido del humor y con severas críticas a la situación socioeconómica y al sistema jurídico cubano. La novela, aunque no ocurre en un tiempo definido, se desarrolla en La Habana actual. Y como señala Antonio en el post scriptum, si bien es una obra de ficción, las situaciones y los personajes, no son pura coincidencia; todo lo contrario.
La trama de la novela se centra en el juicio de la protagonista principal, Martica; por un potencial delito y los laberintos legales cubanos para determinar su inocencia o culpabilidad. Constituye una contundente crítica a varios aspectos de la hipocresía de la sociedad cubana, pero particularmente al sistema jurídico y la discriminación que sufren las mujeres por el machismo.
John B. Taylor presenta cinco principios de libertad económica en First Principles que de emplearse en la formulación de las políticas públicas conllevan buenos resultados --dinamismo y prosperidad-- como los que EEUU obtuvo en los años 1980s y 1990s: elevado crecimiento, bajo desempleo y baja inflación, que llama la era de la gran moderación. En cambio los resultados no son tan favorables cuando hay desviaciones de esos sanos principios, como ocurrió durante los años 1960s, 1970s y 2000s cuando el dinamismo de la economía disminuyó y, con ello, el nivel de progreso en el bienestar de la población.
Taylor considera que los resultados de los años 2000s hasta el presente no han sido favorables por haberse desviado de los principios durante las administraciones de George W. Bush y Barack Obama y no son atribuibles a fallas de los mercados.
Esos cinco principios son: (1) una política predecible basada en reglas claras y estables, por lo tanto predecibles, como las de los estabilizadores automáticos, entre ellos el seguro de desempleo, para prevenir que se ceda a los intereses cortoplacistas de los grupos de poder; (2) el estado de derecho con leyes claras y estables, no cambiantes como las normas aplicadas por el Obamacare; (3) incentivos para trabajar duro y asumir riesgos; (4) dependencia de los mercados, las regulaciones deben alentar la competencia y la innovación; y (5) definida limitación del rol del gobierno, con balance entre los poderes del estado para brindar efectivamente los bienes públicos incluyendo una red de protección social.
Taylor hace un amplio recuento de las políticas económicas intervencionistas activas (basadas en la discrecionalidad) y pasivas (basadas en reglas) en EEUU desde los años 1960s hasta el presente, con una breve, pero sustanciosa, referencia a los años 1930s. Contrasta los resultados de las políticas intervencionistas keynesianas de “fina sintonía”, inspiradas en Paul Samuelson de MIT, durante las presidencias de Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter, con las empleadas por las administraciones de Reagan y Clinton cuando se descartaron. En el mejor de los casos las políticas intervencionistas condujeron a brotes en el crecimiento, pero fueron seguidas de reducciones en el crecimiento con un promedio de malos resultados.
Recomienda mantener la deuda pública estable en alrededor de un 60% del PIB, lo que alentaría el crecimiento y mantendría bajas las tasas de interés e inflación, así como un nivel de impuestos estable. Para ello debe lograrse un presupuesto balanceado con un nivel de impuestos del 19.5% del PIB, similar al de 2005. Es especialmente pertinente lograr una reforma tributaria para eliminar o disminuir los gastos fiscales en forma de exenciones e incentivos tributarios.
Taylor propone políticas (monetarias y fiscales) basadas en reglas estables y no en intervenciones discrecionales para evitar una repetición de la crisis financiera del 2008-2009. Considera que la crisis fue determinada por una inusual política de baja tasa de interés y se detonó cuando se rescató a Bears Stearn pero no a Lehman Brothers. Asimismo, cuando se aprobó el TARP para comprar activos en problemas (o tóxicos) de los bancos comerciales, pero se terminó utilizándolo para financiar el capital de ellos. Considera que la actual política monetaria de flexibilización cuantitativa o de compra de bonos y tasas de interés monetaria de 0% conlleva un riesgo moral porque facilita posponer medidas fiscales más enérgicas, que son necesarias para reducir el déficit fiscal y contener los efectos nocivos del incremento de la deuda pública de EEUU.
Taylor hace un fuerte caso contra el capitalismo clientelista donde los reguladores suelen ser capturados y responden a las empresas de las actividades que regulan. En el aspecto financiero considera que la legislación Frank-Dodd de EEUU se basó en un diagnóstico equivocado y, consecuentemente, le dio un trato erróneo a los problemas financieros existentes. Antes de la crisis, no se aplicaron las regulaciones vigentes para detener las malas prácticas bancarias y después de ella se establecieron nuevas regulaciones que evitan posiciones más conservadoras de los bancos comerciales y menos intervencionistas del gobierno federal.
Dos comentarios finales:
Taylor fue asesor de la campaña presidencial de Romney y su pensamiento tiene bastante influencia en el partido republicano. Lo que propugna en este libro deberá tener mucho ascendente en el año 2014 en la medida que los republicanos aumenten su influencia política en el poder legislativo si los votantes independientes se continúan inclinando, como las últimas encuestas políticas indican, por posiciones menos intervencionistas del gobierno federal, particularmente debido al deficiente manejo del programa del seguro de salud pública por la administración de Obama.
El debate actual entre los economistas de distintas tendencias sobre la situación económica de EEUU se centra en si hay un problema de deficiente demanda y de la estancamiento secular, es decir, que las empresas requieren una tasa de interés muy baja para inducirlas a invertir. O en cambio si el problema se debe a que hay incertidumbres debido a las políticas discrecionales, intervencionistas y menos previsibles que tienen detenida las inversiones de mayor duración, p. ej. las instalaciones físicas. La posición que se desprende del libro de Taylor, y de ensayos que ha escrito posteriormente, es que se debe fundamentalmente a las incertidumbres existentes sobre varios aspectos de la política pública.