How China became capitalist

ISBN: 978-1-137-35143-2 Paperback

 First published April 8, 2013 by Palgrave Macmillan

272 pages

Ronald Coase, reconocido economista institucionalista quien obtuvo el Nobel en 1992 y falleció este año, y Ning Wang, académico chino que vivió en situ las transformaciones, presentan un fascinante relato de la transformación china.  De una economía colectivista, agraria, atrasada, cerrada, sin un sector privado y sin rol del mercado a otra vibrante, abierta, manufacturera, la segunda economía mundial, con un vibrante sector privado y un amplio rol del mercado.  La transformación ha estado acompañada de la recuperación de las tradiciones culturales y se realizó fundamentalmente en poco más de dos décadas desde la muerte de Mao en 1976 hasta finales de los años 1990s.  Constituye la más extraordinaria y rápida transformación de la historia moderna.  Unos cuatro centenares de millones de personas superaron la pobreza y China tiene una amplia clase media.

El libro es una interesante y provechosa lectura con un claro, cuidadoso y sustantivo análisis económico y una muy particular interpretación de la historia y economía política china y de su cambio institucional.  El libro tiene 6 capítulos que destacan las transformaciones graduales, pero sistémicas y progresivas desde 1976, siempre en sola una dirección, aunque con una interrupción en 1988-1991.  China a la muerte de Mao; China en transición; cómo comenzaron las reformas de mercado en China; un ave en una jaula: las reformas de mercado en el socialismo; creciendo fuera del socialismo: el capitalismo con características chinas; y del capitalismo a capitalismos.  El último capítulo presenta la diferente interpretación de los autores de las reformas chinas.

El libro comienza por la difícil situación a la muerte de Mao y las primeras medidas adoptadas por Hua Guofeng para modernizar la economía y lograr su desarrollo con base en aumentar la producción de la gran industria, ampliar la infraestructura y la apertura externa (el gran salto hacia fuera), el inicio de la progresiva incorporación a la globalización.  Dos años después cuando Deng Xiaoping asumió el liderato político dio prioridad a continuar la apertura y se comenzaron reformas para aumentar la producción agrícola mejorando los precios de compra a los agricultores y disminuyendo los precios de los insumos.  Asimismo, se descentralizaron a los gerentes las decisiones de las empresas estatales sobre los niveles de producción, remuneración a los empleados y la inversión.  Deng Xiaoping sustituyó el lema de la lucha de clases por la modernización del socialismo.

Los autores destacan la percepción del liderato chino, particularmente de Deng Xiaoping, del desastre de las grandiosas políticas maoístas del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural que fracasaron, estancaron y empobrecieron al país y crearon un nefasto prejuicio contra los intelectuales y las tradiciones culturales.  La decisión de mantener la estabilidad política y el sistema socialista que consideraron superior.  Mao apoyó la modernización y nunca centralizó la economía como en la URSS porque consideró que un país tan grande no se podía administrar centralmente bien.  Además, Mao declaró la guerra a la burocracia.  La nueva dirigencia que lo sustituyó fue pragmática y tolerante, abierta a investigar lo que sucedía en el mundo capitalista y a adoptar sus éxitos.  Apoyó el pragmatismo sobre el dogmatismo y el restablecimiento de las tradiciones confucianas.  Empleó el lema de buscar la verdad por la práctica con base en proyectos pilotos y experiencias locales.

 

Hubo cuatro pilares que los autores llaman las "revoluciones marginales", que catalizaron y dinamizaron el crecimiento económico.  Como instituciones exitosas ganaron impulso y terminaron desplazando a las inferiores existentes.  Sostienen que ninguno de esos pilares fue iniciado por decisión deliberada de Beijing porque eran ajenos a las convenciones socialistas.  Fueron movimientos espontáneos de la base y resultado de iniciativas locales.  (1) El restablecimiento de la agricultura privada,  que comenzó espontáneamente, motivó a los agricultores, fue autorizado condicionalmente en 1980 y convertido en política nacional en 1982.  (2) Las empresas municipales y de las aldeas, la locomotora del crecimiento en los primeros 20 años de reformas, que tuvieron sus propios canales de financiamiento, suministros y venta.  (3) El trabajo privado independiente en las ciudades.  Y (4) las zonas económicas especiales que atrajeron mucha inversión de los chinos en el exterior  y cuyo propósito fue emplear el capitalismo para modernizar el socialismo.  Estuvieron reservadas inicialmente a unos 4 enclaves costeros en 1980 y después se ampliaron a otras 14 áreas en 1984.

Estos cuatro cambios esenciales no fueron planeados sino fueron reacciones a problemas existentes en el país que restituyeron la iniciativa, creatividad, entusiasmo, energía e innovación en la economía.  Respondieron a la baja producción agrícola; los grupos organizados y mano de obra redundante de la colectivización agraria y las acererías rurales; el desempleo urbano de los jóvenes enviados al campo que regresaron a las ciudades después de la Revolución Cultural; y la emigración masiva a Hong Kong y Taiwán.  Esos cambios fueron más efectivos que los del manejo de las empresas estatales.

El cambio crucial de descolectivizar la agricultura surgió de abajo hacia arriba e hizo que se reanimara la producción y la inversión el sector.  Las empresas municipales y de las aldeas estaban sujetas a presupuestos estrictos, tenían que competir en forma desventajosa con las empresas estatales, pero eran rápidas y flexibles para tomar decisiones, o sea, no tenían que responder a la burocracia y terminaron con los monopolios de las empresas estatales.  El trabajo privado independiente inicialmente solo podía contratar hasta 7 trabajadores y no tuvo protección legal hasta 1992.  La idea prevaleciente era que el sector privado y el mercado deberían enjaularse y expandirse la jaula a medida que crecieran.

Las empresas estatales estaban sujetas a contratos de comportamiento (de rendimientos) y a muchos controles y regulaciones de diferentes niveles públicos, más interesadas en modificarlos para obtener ventajas que en desarrollar sus fortalezas competitivas en el mercado.  En 1986 se aprobó la ley de quiebras.  Se permitió a las empresas estatales movilizar recursos emitiendo acciones y bonos.

Los derechos de propiedad no estaban claramente establecidos y se renegociaban cuando se vencía el contrato de comportamiento establecido.  La negociación de términos especiales con las empresas estatales e impuestos con los gobiernos provinciales y locales fragmentaron la economía y la hicieron difícil de administrar.

El periodo 1988-1991 fue de severo ajuste y austeridad; hubo compras de bienes por pánico y retiro de depósitos bancarios, así como dudas sobre si continuar con el mercado y el sector privado, los que fueron acentuados por la caída del socialismo en Europa y la URSS y el malestar resultante de la masacre de Tianamen en 1989.  Sin embargo, no hubo dudas sobre continuar con la apertura externa y las zonas económicas especiales como instrumentos de la modernización tecnológica, gerencial y para atraer inversiones.  En 1992 Deng Xiaoping, ya retirado, dio un decidido apoyo a reactivar las reformas cuando se consideraba que estaban paralizadas o en retroceso ya que estimaba que facilitarían el desarrollo de un socialismo próspero.

A partir de 1992, el crecimiento y la modernización se fundaron en la promoción de la inversión externa, especialmente la orientada a las exportaciones, y una apertura progresiva del mercado interno a la competencia internacional lo que presionó a la integración del mercado nacional.  En 1992 se adoptó el socialismo de mercado que aceptó los mecanismos de mercado y el sector privado.  En 1992 se impulsó una liberalización de los controles de precios, en 1994 se realizó una reforma tributaria, con un iva del 17%, para todas las empresas y de la administración tributaria, se privatizaron las empresas municipales y de las aldeas y muchas empresas estatales mediante ventas a los trabajadores y los gerentes porque se consideró que las medidas para dinamizar las empresas estatales por descentralización habían fracasado; la privatización se legalizó en 1997.  Se desarrollaron medidas para separar los beneficios sociales de los trabajadores de las empresas y tener un mercado laboral más flexible que permitiera reestructurar las empresas.

A medida que se expandió la disciplina del mercado muchas empresas estatales desaparecieron por privatización; los gobiernos locales estaban interesados en eliminarlas para mejorar sus finanzas ya que generalmente las mismas tenían pérdidas y mermaban sus finanzas.  China entró a la OIC en 2001 y constituyó la zona de libre comercio surasiática-China en 2011, la mayor del mundo en población y la tercera en volumen comercial.  Actualmente China es el primer país exportador e importador mundial.

Debe enfatizarse como las zonas económicas especiales se expandieron en un país afectado tradicionalmente por la burocracia y la corrupción.  El gobierno central le dio más autonomía a los gobiernos regionales y provinciales para manejar las empresas en las zonas especiales lo que originó una competencia para atraer las empresas.  Generalmente las zonas especiales tienen dos oficinas, una del gobierno provincial o local encargada de hacer todos los trámites burocráticos para que las empresas puedan constituirse y operar sin problemas legales y otra de la zona especial para administrar las facilidades y brindar los servicios que las empresas necesitan para operar.

A medida que las reformas avanzaron, la naturaleza del sistema cambió del socialismo con características chinas, al comercio con plan, a una economía socialista de mercado.  Las reformas se fueron gestando gradual y experimentalmente.  Primero se probaba una política en una provincia o ciudad; si funcionaba, se extendía a todo el país y si no, se descartaba y se probaba  otro cambio.  El éxito chino se ha basado en la introducción gradual, pero progresiva y decidida, de la apertura externa, los mercados y el sector privado.  Adicionalmente, el Partido Comunista ha sido flexible para hacer las reformas e incluir a empresarios y profesionales entre sus filas.  Busca la legitimidad social con base en una buena gobernanza y la mejora de los niveles de vida.

En China aún persisten empresas estatales en algunos sectores importantes o “estratégicos” (energía, transporte, comunicaciones y banca) que tienen ganancias monopólicas y reciben préstamos preferenciales de los bancos comerciales que las consideran más seguras y rentables.

A juicio de los autores no existe un mercado de ideas o la independencia de ideas y puntos de vista.  Incluso algunos ciudadanos emigran por ello.  El mercado de las ideas, es esencial para la innovación, la producción y la productividad de la economía.  La economía global es cada vez más conducida por el conocimiento.  Hay cientos de objetos manufacturados en China, pero ni una sola marca china famosa, tampoco hay universidades chinas de prestigio internacional debido a su control por el Estado, esto origina el desconcierto de Quian quien señaló que China tiene muchos universitarios, pero pocos científicos reconocidos internacionalmente y ningún Nobel.

El activo intercambio de ideas e información también es indispensable para la armonía social.  No es una panacea, no puede liberar de la ignorancia y la mentira de una sola vez.  Pero el libre flujo de ideas fecunda la crítica y promueve la mejora continua.  También cultiva el respeto y la tolerancia, que son antídotos eficaces contra las falsas doctrinas y la intransigencia que pueden poner en peligro los cimientos de cualquier sociedad.  La libertad política demanda más transparencia de los políticos, menos corrupción, menos arbitrariedad a la hora de otorgar permisos y contratos y más de otros aspectos institucionales que son buenos para el desarrollo económico.  Se pueden controlar los medios, pero es muy difícil hacerlo con la internet.  La gente se asocia y se comunica; hay blogs y otros sitios.  Varios de los casos de corrupción que coincidieron con el reciente congreso del partido se revelaron porque los ciudadanos utilizaron la internet para reportarlos.

En el epilogo los autores señalan que la dirigencia actual busca que las personas vivan con dignidad y felicidad.

El primer sitio que el nuevo presidente Xi Jinping visitó fue Shenzen, tradicional símbolo de las reformas y la apertura.  No solo en China, sino a nivel mundial hay expectativas de que se profundicen no solo los cambios económicos, sino también los políticos.  Es pertinente que se liberalicen los sectores que aún permanecen bajo monopolio estatal.  Este es el camino que China debería seguir en los próximos años: reducir el rol del Estado, política y económicamente, y permitir una mayor competencia.  Los comunistas decían que China debería ser el taller del mundo, el país es eficiente produciendo, pero no lo es innovando.  Si el gobierno reconociera más libertades a la ciudadanía, estas podrían desempeñar un rol muy importante. China está embarcada en un cambio irreversible, lo que se robustece con el ascenso del nuevo liderato político.  Este grupo conoce el mundo mejor que sus antecesores.  Sus padres fueron destacados reformistas, es difícil poner en dudas sus intenciones de cambio; envían a sus hijos a estudiar a Europa y EEUU.  No lo harían, si consideraran que el capitalismo y el sistema democrático son malos.

Próximamente haré una valoración de este influyente libro en la Sección de Perspectivas Económicas.  En esta ocasión solo hice un recuento de los temas principales tratados en el libro el cual presenta una visión diferente y novedosa de la historia y dinámica de las reformas chinas.

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