Psicoeconomía: ¿Puede existir un diálogo entre la economía y la psicología?

Algunas décadas atrás, dos ciencias que parecían distantes entre sí profundizaron una prolífica interacción. Por un lado, la economía –nacida con el más limitado objeto de administrar los recursos del hogar (“oikos”: casa; “nemo”: administración)- expandía sus fronteras hacia otras áreas de la comprensión del comportamiento humano. Por el otro, la psicología –originada como la ciencia del “alma” (“psyche”: alma o actividad mental; “logía”: estudio)- abría sus puertas a otras formas de comprender los procesos mentales, las emociones y la toma de decisiones.

Este proceso de fertilización cruzada rápidamente comenzó a dar interesantes frutos, consolidándose en el “mainstream” científico. Entre los pensadores más destacados que realizaron los primeros aportes encontramos al economista Gary Becker, quien -a comienzos de la década del 50- al escuchar en un curso universitario a su profesor Milton Friedman referirse a una economía útil para analizar la vida real- pensó en la posibilidad aplicar el análisis económico a otras áreas de las relaciones humanas. En este marco, escribió su “Tratado sobre la familia” (1981) que lo hizo merecedor del Premio Nobel de Economía en 1992.

Con un enfoque también interdisciplinario, en el año 2002, también fueron reconocidos con el Premio Nobel de Economía los avances en la integración de de ambas ciencias generados por los aportes del economista Vernon Smith y el psicólogo Daniel Kahneman. En el caso de Vernon Smith, profesor de Economía y Derecho en George Mason University, investigador del Interdisciplinary Center for Economic Science, y Fellow del Mercatus Center (Arlington, Virginia), se lo reconoció por haber utilizado experimentos de laboratorio como una herramienta en el análisis económico empírico. Por su parte, Daniel Kahneman, junto con Amos Tversky y Richard Thaler, contribuyó a la creación de la denominada “behavioral economics” (economía de la conducta o del comportamiento), orientada a comprender las causas profundas que motivan las acciones tomadas a nivel consciente.

El contexto de avance tecnológico potenció también el cruce desde el lado de las llamadas “ciencias duras”. La actual tecnología (y la que viene) nos permite identificar y mensurar las emociones humanas (y de otros animales), observar por qué áreas del cerebro circula la información, dónde se aloja la memoria, entre otras interesantes novedades. En tal contexto, emergió la llamada Neuroeconomía: una combinación de las neurociencias, la economía y la psicología, aplicada al estudio del proceso de elección de los individuos. Esta rama del saber, comenzó a analizar -a través de la utilización de imágenes por resonancia magnética (IRM)- procesos tales como el funcionamiento del cerebro en la toma de decisiones, la categorización de riesgos y recompensas, entre otros. Uno de sus referentes es Paul Zak, biólogo, fundador y director del Centro de Estudios Neuroeconómicos de la Universidad de Claremont, California.

Psicoeconomía

En la obra recientemente publicada “Psicoeconomía. Economía de los sentimientos humanos”[1] he abordado el estudio de distintas temáticas desde este enfoque de interacción entre ambos campos, intentando ampliar la perspectiva en cuestiones como la de la riqueza y la felicidad, el nuevo rol de la mujer en la sociedad Occidental y la volatilidad de las relaciones de pareja, el rol de la temporalidad de costos y beneficios en acciones tales como el estudio (costo presente-beneficio futuro) o la liberación de adicciones como el tabaco (beneficio presente-costo futuro), el rol del capital psíquico en el éxito de las personas, así como la rentabilidad de la capacidad de establecer relaciones ganar-ganar con nuestro entorno, entre otros temas.

Tal como señala el psicólogo clínico Javier Camacho, Presidente de la Fundación Foro – Salud Mental, el nuevo campo de la psicoeconomía, plantea un desafío para dos disciplinas ya establecidas que -hasta el momento- han dado cuenta de fenómenos humanos tomándolos en sus dimensiones particulares. Y este ámbito que se abre -y que se enfoca en los cruces de ambas- permite abordar temáticas humanas desde ópticas nuevas, sumando explicaciones y abordajes novedosos, e incluso el avance de investigaciones desde las neurociencias, la biología, la antropología, la sociología y la etología.[2]

¿Es la relación entre la economía y la psicología un amor eterno o una temporaria relación por conveniencia? Los avances parecen mostrar la enorme y creciente fertilidad del entrecruzamiento de ambas áreas del conocimiento, que se nutren en un apasionante presente y un sorprendente futuro.

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[1] Martín Simonetta, “Psicoeconomía. Economía de los sentimientos humanos”. Fundación Foro. Formación, asistencia, prevención e investigación en salud mental, 2014.
[2] Javier Camacho en el prólogo de la obra “Psicoeconomía. Economía de los sentimientos humanos” de Martín Simonetta, pág. 17. Fundación Foro. Formación, asistencia, prevención e investigación en salud mental, 2014. 

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