Herejes

Leonardo Padura, 2013 

IBSN 978-607-421-466-6

516 páginas

1ra. edición Tusquets Editores México: septiembre de 2013 

Observaciones generales

El gobierno cubano galardonó a Leonardo Padura con el Premio Nacional de Literatura de 2012, que sólo otorga a residentes en la Isla a pesar de que hizo una fuerte crítica al régimen estalinista cubano a través de la historia de Iván en su anterior novela El Hombre que Amaba los Perros.  Padura posee también la nacionalidad española conferida en reconocimiento a su obra y que le permite viajar con mayor flexibilidad.

Herejes es la reciente y cautivadora novela de Padura, con expresiones y matices muy cubanos, que gira en torno a un cuadro de Rembrandt que recorre varias épocas; alrededor de aspectos de la vida en la Cuba contemporánea; las vidas de judíos y particularmente de la familia Kamisky--el tío Joseph (apodado Pepe Cartera), David y su hijo Elías en Cuba y Miami en 1939, los 1940s, los 1950s y 2007.  Tiene la libertad como tema de fondo, que es buscada con determinación por rebeldes, librepensadores y herejes.  La novela fue firmada en Mantilla, en las afueras de La Habana, donde Padura reside y fechada entre noviembre de 2009 y marzo de 2013.

Se divide en cuatro partes con títulos bíblicos, posiblemente inspirado por uno de los temas principales de la novela:  Libro de Daniel, Libro de Elías, Libro de Judith y Génesis.  El tiempo de la novela transcurre principalmente en La Habana en dos de sus cuatro partes: la primera y la tercera entre septiembre de 2007 y abril de 2009.  El protagonista Mario Conde tiene 54 años en 2007, dos décadas después de haberse retirado de detective de policía en que sirvió por diez años y cuya ocupación fue a veces ingrata debido a su marcada independencia.  Ahora se dedica a la compra y venta de libros viejos, algunos genuinas reliquias, que negocia y contrabandea con el apoyo táctico y logístico de Yoyi, el Palomo, quien tiene un convertible Chevrolet Bel Air de 1957, otra auténtica reliquia.

Mario Conde es un personaje recurrente de las novelas de Padura y reaparece acompañado de sus amigos del Pre de La Víbora y ahora antiguos compinchesque lo siguen en sus investigaciones, ayudándolo a discurrir y brindándole valiosa información: el Flaco Carlos, el Conejo, Candito el Rojo y Andrés, quien vive en Miami hace unos 20 años pero desde allá se hace presente en momentos cruciales de la novela.  Andrés le dirige una carta al Conde para desatar la trama y luego hace una llamada telefónica el día que el grupo de compinches y sus amigas celebran el cumpleaños de las mellizas Aymara y Tamara, día en que Conde y Tamara deciden formalizar un noviazgo con intención matrimonial después de 20 años de tener una relación libre.  Ocasionalmente Herejes se refiere a episodios de las anteriores novelas sobre Conde.

Hay varios temas que destacan en la narrativa de Herejes: el deterioro socioeconómico de la Isla manifiesto en la decadencia de La Habana y resumido en la expresión de que Cuba está en la fuácata; el derrumbe de las ilusiones y la frustración de la generación de Conde (y de Padura) por tantos sacrificios inútiles; el fiasco de la creación del “hombre nuevo”; la continuidad de la corrupción entre los funcionarios públicos, tema recurrente en las novelas de Conde; y la rebeldía e inconformidad de la juventud que intenta sustraerse de la realidad y realizarse participando en las tribus, entre ellas los emo, que se reúnen en la Avenida de los Presidentes, miran al futuro no hacia atrás y se mueven en el contexto de un alto despliegue consumista de marcas capitalistas para mostrar su individualidad.  Esta temática de Padura le ha conllevado fuertes críticas particularmente porque ignora el ”bloqueo del imperialismo” y la mafia de Miami.  Algunos nuevos inquisidores pretenden reavivar el decenio de 1970, conocido como “el decenio gris” por la marcada intolerancia oficial contra disidentes, homosexuales y creyentes que fue traumático para la vida literaria nacional tras el llamado “Caso Padilla”, por el encarcelamiento y destierro del poeta y escritor Heberto Padilla, tras haber  escrito un libro estimado contrarrevolucionario.

Otro tema que sobresale en Herejes son los detalles de las técnicas pictóricas de Rembrandt escogiendo materiales y colores, destacando luces y sombras, y utilizando espejos con sus modelos.  La ironía de la intransigencia e intolerancia, manifiesta en que los judíos sefarditas huidos de la Inquisición española para escapar de la hoguera y no tener que abjurar de su religión ni comer carne de cerdo, posteriormente en Ámsterdam, la nueva Jerusalén, podían ser declarados herejes por poseer pinturas o practicar la pintura, por lo que tenían que ocultarlo.  Un tema que explica breve, pero con claridad, es por qué los judíos fueron perseguidos en Polonia a mediados del siglo XVII debido a su riqueza y a que eran resentidos debido a se habían convertido en los prestamistas de los reyes quienes le daban en pago la recaudación de los impuestos de los campesinos.

Breve recuento de la Novela

En la primera parte de Herejes, el libro de Daniel, Conde es visitado por Elías Kaminsky, un judío estadounidense de 44 años en septiembre de 2007, quien le trae una carta del amigo Andrés de Miami en la que le pide que lo auxilie por 100 dólares diarios.  Elías quiere dar con el sitio en Cuba donde estuvo oculto un Rembrandt de 1647, un lienzo que es un estudio preparatorio de Los peregrinos de Emaús (1648).  El Rembrandt perdido recién se intentó subastar en Londres por el elevado precio inicial de un millón doscientos mil dólares, pero Elías detuvo el remate con una foto antigua que muestra que la pintura perteneció a su familia asesinada por los nazis.  Pretende recuperarla para donarla al Museo del Holocausto.  Tal reliquia estuvo en manos de su familia paterna desde 1648, cuando un rabino sefardita que huía de Polonia, que terminó abatido por la peste, se lo entregó al médico Moshé Kaminsky en Cracovia.

A fines de mayo de 1939, el abuelo de Elías, el médico Isaías Kaminsky, quien llegó a La Habana en el trágico trasatlántico Saint Louis desde Hamburgo entre 937 judíos que huían de los nazis, se lo confió a un funcionario de la inmigración cubana para facilitar su desembarco en Cuba junto a su esposa Esther y su pequeña hija Judith.  Pero no desembarcaron y fueron devueltos a Europa.  Isaías y Esther murieron en Auschwitz y nunca se supo nada de Judith.  El 2 de junio de 1939, Daniel, el padre de Elías, quien entonces tenía 9 años, junto con su tío paterno Joseph Kaminsky, vieron cómo el navío se alejó para siempre con su fatídica carga desde La Habana. 

Daniel, el padre de Elías, había llegado de Cracovia a Cuba en 1938, vivió en la Isla hasta abril de 1958, cuando huyó intempestivamente de La Habana a Miami junto con su esposa Marta.  Elías de oficio pintor, también quiere saber si su padre estuvo envuelto en el violento homicidio de un hombre antes que partiera hacia EEUU.

Mario Conde haciendo sus averiguaciones detectivescas y como guía, se ganó  la amistad y la estima de Elías y 600 dólares que después despilfarró.  Los padres del estadounidense habían muerto en Miami, precisamente en la residencia geriátrica de Coral Gables de Miami donde trabaja Andrés.  Su padre falleció en abril de 2006 y su madre en 2007. Ambos le habían narrado un sin número de detalles de su vida en Cuba que Elías, quién tiene una memoria fenomenal se los contó al Conde, quien a su vez los compartió con sus viejos compinches.

Acompañado de Elías, Conde se entera que un tal Román Mejías fue el funcionario de inmigración que se quedó con el Rembrandt de 1647 en mayo de 1939 y fue asesinado brutalmente en abril de 1958, precisamente el día que Daniel Kaminsky se disponía a matarlo tras descubrir que tenía el cuadro de Rembrandt colgado en su casa y que había decidido recuperar.  En una conversación con Roberto Fariñas, antiguo entrañable amigo de su padre Daniel, y luego con el médico Ricardo, hijo adoptivo del tío Joseph y primo político del estadounidense, Conde y Elías descubren la identidad del asesino de Román Mejías, pero sin ningún rastro del sitio donde estuvo escondido el Rembrandt ni la identidad de quien lo puso en subasta en Londres.

La segunda parte de Herejes, el Libro de Elías, se desarrolla en Ámsterdam, la nueva Jerusalén, entre 1643 y principios de 1648.  Narra principalmente lo referente a Elías Ambrosius Montalbo de Ávila, un joven sefardita de origen español que en contra de los atavismos y las prohibiciones del judaísmo, logra secretamente, entre sus 17 y 21 años, hacerse sirviente y aprendiz de pintor, y después colega, del famoso y controversial maestro Rembrandt.  Este libro tiene una estupenda riqueza narrativa y reflexiva sobre el afamado pintor, sus técnicas de pintura, la riqueza y prosperidad de Ámsterdam, y de los conflictos internos de sus habitantes judíos a mediados del siglo XVII.  Es de destacar que el joven judío, cuya talento artístico lo consideraba un don del Altísimo fue el modelo para el Cristo que figura en un pequeño estudio que Rembrandt pintó y le obsequió en 1647, y, por consiguiente, del Cristo de Los peregrinos de Emaús.  Elías Ambrosius abandonó Ámsterdam con el estudio tras haber sido denunciado por su hermano por la presunta herejía de ser pintor, previo a un próximo proceso, anatema y muerte en vida.

La tercera parte de Herejes, el Libro de Judith, ocurre en La Habana entre junio y agosto de 2008.  Conde continúa sumergido en sus preocupaciones íntimas y domésticas, en el oficio de compra-venta de libros viejos, pero en particular abrumado por la solicitud de matrimonio a Tamara, el preciso día que el grupo y las amigas celebrará el cumpleaños 52 de las jimaguas.

La trama comienza a entretejerse cuando Yadine, de 17 años, nieta del médico Ricardo Kaminsky, con su pinta gótica, acude a Conde para que, en su papel de presunto detective privado, busque a Judy, su amiga del preuniversitario y miembro de la tribu emo, desaparecida hace unos días.  Para resolver el misterio de la desaparición de Judy, una joven de 18 años, ávida lectora y cabecilla del grupo emo al que pertenece, Mario Conde acude a la Central de Investigaciones Criminales, donde fue teniente investigador después de dos décadas sin haberla pisado.  Entonces era asistido por el sargento Manuel Palacios, quien ahora es mayor, y quien posteriormente a una resistencia inicial le muestra el expediente policial de la joven emo e incluso lo acompaña en los momentos cruciales de la investigación. 

Al margen de los pormenores del caso, las preocupaciones de Conde y las tribus urbanas que plagan la Avenida de los Presidentes, lo trascendente en el contexto de la novela y como si se tratase de una intuición, está el hecho de que en la casa de Alcides Torres, el padre de Judy, quien fuera uno de los jefes de la cooperación cubana en Venezuela, Conde observa las paredes de la sala.  En ellas donde el epicentro es una gigantesca foto sonriente del Máximo Líder, observa que hay un conjunto de buenas copias de cuadros de pintores holandeses del siglo XVII, coleccionados por Coralia, la madre de Alcides, fallecida en 2004, quien vivió en silla de ruedas hasta los 96 años.  El asunto hubiera terminado allí, pero una llamada telefónica de Elías Kaminsky le informa que sus abogados, quienes litigan por la recuperación del Rembrandt de 1647 en Nueva York, descubrieron que el lienzo no salió de Los Ángeles, como se suponía, sino de Miami, y que lo entró a EEUU una joven cubana llegada en balsa en 2004.  Al oírlo, Conde ata cabos y le pregunta si se llama María José, lo que Elías le confirma.  Es decir, que se trata de la hermana de Judy, quien había comentado vagamente a sus amistades que su padre andaba en un negocio que le daría mucho dinero por algo que sustrajo de Cuba.  O sea, Coralia, ya por entonces en silla de ruedas, era la hermana de Román Mejías a quien Daniel Kaminsky vio en abril de 1958 antes de partir hacia EEUU. 

La cuarta y última parte de Herejes, Génesis, sucede en La Habana, en abril de 2009, cuando Conde recibe una larga carta de Elías Kaminsky de Ámsterdam, donde, le indica, que en un mercado de pulgas recién se halló una serie de apuntes gráficos de un estudiante de pintura del siglo XVII, en cuya portada de cuero del cuaderno, muy deteriorado por el tiempo, aparecían grabadas las letras E.A. (Elías Ambrosius).  Y, entre varias obras, el pedazo final de una carta que E.A. le dirigió a Rembrandt, donde le relata, además de las horribles matanzas de judíos en Polonia, y de un rabino, sobreviviente, al que le solicitó en Zamosc que le llevara a Rembrandt en Ámsterdam el lienzo donde éste lo retrató representando la figura de Cristo.  Confió en que ese rabino, hombre santo y sabio, salvase la vida y los tesoros que le entregó.  Por su parte, Elías Ambrosius proseguiría desde Zamosc a Palestina para unirse a las huestes de Sabbatai Zeví, quien se había autoproclamado el verdadero Mesías, capaz de redimirlos, y, por consiguiente, era preludio del fin del mundo y del Juicio Final.

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