A medida que se profundiza la crisis política, social y económica más aguda de nuestra historia republicana sin visualizarse certidumbre alguna, hemos derivado en un país que transcurre su diario acontecer, en un estadio de crispación de nervios y acusaciones que lo han convertido en la capital mundial de la intolerancia, donde la pirotécnica verbal no cesa sobre todo entre las diferentes facciones del campo opositor.
Esta situación ha recrudecido a partir del surgimiento de la mini mesa de diálogo improvisada por la tiranía, los señalamientos son todo de calibre, con los infalibles argumentos “te lo dije”, “el que no hace le hacen”, “suma y no restes”, “eres pagado por el G-2 cubano”. Toda una sarta de simplicidades que no interesan a un 80% de la población, cuya única preocupación es la comida diaria para su familia, lo que ha motivado la estampida del éxodo más brutal de la historia continental de las Américas.
El régimen dictatorial ha dado un paso en falso con esta caricatura de encuentro nacional, primero demuestra ante la comunidad internacional su extrema fragilidad, segundo demuestra su talante autoritario al patear y descalificar, toda posibilidad de diálogo con las fuerzas políticas que representan lo que queda de república, y en tercer lugar monta un burdo teatro con los actores políticos que avalaron la estafa del 20 de mayo 2018. A estos últimos los juzgará la historia ya que la tiranía ha sido desenmascarada por la opinión popular.
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