He estado pensando en un punto de referencia
Hay momentos en la vida y en la historia en los que parece que nos hundimos en la nada.
Como personas y como pueblo tenemos la sensación de haber entrado en un túnel oscuro y eterno, donde la esperanza no tiene sentido, los apoyos humanos desaparecen y Dios no sólo parece haberse hecho sordo y ciego sino, incluso, inexistente. Clamamos y no hay respuesta, alzamos la voz y nos parece que esta se desvanece sin provocar ni siquiera un eco. Nos sentimos vacíos, abandonados, impotentes.
Y sin embargo, tal vez el único asidero en medio de este aparente absurdo no sea otro que una leve voz, un susurro sereno y, a la vez, continuo: “Dios es fiel a su amor por nosotros”.
Toda la Sagrada Escritura vibra con esa certeza, y mientras la historia bíblica se teje con el sufrimiento de los hebreos en Egipto, los años del exilio en Babilonia, la brutalidad de la dominación griega, la prepotencia del poderío romano, la cruz bañada en sangre, las persecuciones a los cristianos… una y otra vez, antes o después, el mal pasa, los imperios caen, las persecuciones dan paso a épocas de luz.
Y siempre, antes o después, las personas y los pueblos que conservaron la fe entendieron que Dios siempre había estado allí, que Dios había permanecido fiel, y que el bien había ido abriéndose paso sin que nadie supiera cómo y, a veces, sin que nadie creyera que era posible.
A la dureza y oscuridad de nuestro tiempo se suma hoy el cansancio, el agotamiento extremo de un pueblo que ya no puede más, un pueblo tentado a creer que el mal es invencible y que el bien se ha ido para siempre. Y sin embargo, hoy más que nunca es tiempo de decirnos una y otra vez: “Dios es fiel a su amor por nosotros”.
Desde nuestras hambres diversas, desde nuestra vida miserable, desde nuestros sueños rotos, desde nuestra ausencia de horizontes, es momento de escuchar la voz que no muere: “Dios es fiel, es fiel a su amor por este pueblo”.
- Hits: 45