El 23 de abril del presente año 2018, hace apenas algunos días falleció en Maracay, Venezuela, el dirigente sindical EDUARDO GARCIA MOURE, quien era el Vicepresidente de la Central Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Pensionados, Jubilados y Adultos Mayores-CLATJUPAM, antes había sido Secretario General de la Central Latinoamericana de Trabajadores-CLAT, con asiento en Venezuela.
Este Vigésimo Congreso de Trabajadores Dominicanos, organizado por la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos-CASC, celebrado los días 27 y 28 de abril 2018, rinde un homenaje, a un compañero que luchó en favor de los trabajadores latinoamericanos, en especial en nuestro país, por medio de la CASC; EDUARDO GARCÍA MOURE.
Decenas de dirigentes sindicales, sindicatos, federaciones y todas clases de asociaciones de trabajadores, hemos lamentado profundamente la desaparición física de Eduardo García, él no deja como legado su pensamiento, acción, recuerdos, libros y afectos.
Eduardo García, de origen cubano, fue militante y dirigente de la Juventud Obrera Cristiana-JOC, salió de Cuba en el año 1961, a principios del gobierno castrista, se refugió en Venezuela, donde vivió la mayor parte de su vida.
La situación de los trabajadores en Estados Unidos en la octava década del siglo XIX era muy difícil, como en otras partes del mundo. Sin embargo, emigrantes de diversos países europeos iban a Estados Unidos en busca de una mejor situación económica.
José Martí, cubano, que residió mucho tiempo en Estados Unidos, escribió en 1882:
“ Estamos en plena lucha de Capitalismo y Obreros. Para los primeros son el crédito en los bancos, las esperas de los acreedores, los plazos de los vendedores, las cuentas de fin de año. Para los obreros es la cuenta diaria, la necesidad urgente e inaplazable, la mujer y el hijo que comen por la tarde lo que el pobre ganó para ellos por la mañana; y el capitalista holgado constriñe al pobre obrero a trabajar a precio de miseria”
“Todos hoy, italianos, alemanes y judíos rusos abrazados fraternalmente por las calles y acudiendo a reuniones entusiastas en que se hablan a la par todas las lenguas, demandan a las compañías de ferrocarril, que hace poco aumentaron sin pretexto los precios de la carga, un nuevo sueldo y nuevas garantías.”
La Economía Solidaria alternativa en la generación de trabajo digno
La ley 454, promulgada en Colombia en 1998, define en su artículo segundo la ECONOMÍA SOLIDARIA, como el “sistema socioeconómico, cultural y ambiental conformado por el conjunto de fuerzas sociales organizadas en formas asociativas identificadas por prácticas autogestionarias solidarias, democráticas y humanistas, sin ánimo de lucro para el desarrollo integral del ser humano como sujeto, actor y fin de la economía.”
Para quienes consideramos que los modelos económicos actuales no son los apropiados y que es necesario implementar otra economía, la economía solidaria es la alternativa más viable. Este nuevo modelo económico implicaría salarios justos, productos saludables, un comercio justo, unas finanzas éticas, un consumo responsable, justicia tributaria, conservación del medio ambiente, bienestar de las comunidades y responsabilidad social y ambiental empresarial. Para lograr la implementación de un modelo económico solidario es necesario que las organizaciones solidarias fomenten la realización de actos económicos solidarios en los distintos eslabones de la Economía: en la producción, finanzas, distri-bución, consumo y propiedad.
La Doctrina Social de la Iglesia (DSI), en su conjunto, defiende el derecho de los trabajadores a la libre asociación en sindicatos u otras asociaciones. Durante los últimos 150 años podemos ver reflejado esta realidad en los documentos pontificios que hablan del trabajo y de los problemas sociales. Los principales documentos que hablan del derecho de los trabajadores a formar sindicatos son: Rerum novarum (1891), Quadragesimo anno (1931), Mater et Magistra (1961), Gaudium et spes (1965), Populorum progressio (1967), Octogesima adveniens (1971), Laborem exercens (1981), Solicitudo rei sociales (1987), Cen¬tesimus annus (1991) y Caritas in veritate (2009).
Todas estas encíclicas, y el conjunto de documentos del magisterio eclesial, hablan del trabajo humano en el marco de los demás derechos humanos, en relación con la familia y con el derecho a la propiedad (mueble, inmueble, tierra, capital). Todos estos documentos, en particular la encíclica Laborem exercens, invitan a revisar las posiciones rígidas del capitalismo que se apropia del trabajo ajeno, y del colectivismo que se apropia de los medios de producción y monopoliza el capital y el trabajo. Ni el capitalismo garantiza la justicia, ni el estatismo colectivista garantiza la socialización con equidad (cf. LE 14).
Los derechos de los trabajadores hay que verlos a la luz de los derechos del hombre. Una política laboral correcta debe respetar todos los derechos del hombre (cf. LE 18).
El derecho a la ocupación supone un trabajo digno y una justa remuneración, un adecuado sistema de ´salud y de educación para promover el desarrollo y el bien común (cf. LE 18). La justa remuneración es un problema ético y deontológico (deber social) que incide en la dignidad de la persona y en el sostenimiento de las familias (alimento, vestido y vivienda), que ha de ser revisada constantemente por su incidencia en el principio de todo orden ético y social: el uso común de los bienes. La remuneración por el trabajo debe permitir el acceso a los bienes comunes de la naturaleza, de la producción y de la cultura (cf. LE 19).