A propósito de la Navidad.
P. Alberto Reyes
Evangelio: Lucas 2, 1-14
San Lucas coloca el nacimiento de Jesús en el contexto de un censo imperial. ¿Qué motivaciones tenía un censo de este tipo? Dos: dinero y poder. El censo buscaba determinar cuántas personas podían pagar impuestos y cuántos hombres había para la guerra. Allí pone su seguridad el emperador.
Ante esto, Dios presenta a un niño, que va a proponerse como camino, verdad y vida, como piedra angular, como aquel que promete estar con nosotros todos los días, hasta el fin de este mundo.
Muchas cosas pueden dar seguridad y estabilidad a un ser humano: familia, amigos, salud, dinero, bienes materiales, relaciones sociales Ninguna es negativa en sí misma, pero ninguna es sólida en sí misma y, de hecho, todas pueden fallar.
La Navidad es la irrupción de un Dios que, en forma de niño, nos ofrece su mano, la certeza de su presencia, para andar los caminos de la vida. No es un Dios que viene a decirnos que no tendremos nunca dificultades, problemas o sufrimientos. No le hagamos decir a los Evangelios lo que los Evangelios no dicen. Dios nunca ha prometido una vida fácil y sin tropiezos a sus discípulos. Dios ha prometido estar, permanecer, alentar, convertirse en nuestra fuerza, alimentar nuestra esperanza en todo momento y situación.
La Navidad es el Dios que viene para que conozcamos su amor por nosotros y, desde ese amor, construyamos una vida con sentido.
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