Un análisis racional y una advertencia sobre la guerra en Ucrania

Gerardo E. Martinez-SolanasResulta totalmente incomprensible para cualquier análisis racional que se esté divulgando la idea de que los países democráticos que apoyan a Ucrania en la defensa de su territorio invadido, puedan abandonarla o, en el mejor de los casos, reducir considerablemente los suministros para el esfuerzo bélico de su defensa.

Estos rumores sólo sirven para alentar al invasor a persistir en su esfuerzo agresivo, prolongando la guerra precisamente en momentos en que se nota el agotamiento de su capacidad militar, el fracaso total de sus ofensivas y la gradual pérdida de los territorios que había ocupado. Sencillamente, la realidad es que Ucrania ha estado ganando la guerra desde principios de este año y sólo se requiere que se le preste la asistencia militar necesaria hasta agotar no sólo a las fuerzas enemigas sino el vapuleado prestigio del dictador Putin, responsable de llevar a su país a una costosa guerra que , además, le está costando centenares de miles de vidas de los mejores soldados de sus fuerzas armadas, sin contar buques de guerra hundidos, decenas de miles de misiles utilizados con muy pobres resultados estratégicos y más de un millar de tanques de guerra destruidos.

Es un hecho que Rusia está perdiendo la guerra y su capacidad para sostenerla se está agotando rápidamente. Incluso puede verse obligada a retirarse de Crimea ante la ofensiva ucraniana prevista en la primavera de 2024. En realidad, Crimea no es tan importante como un peón de la geopolítica rusa sino que es para Putin y para muchos ultranacionalistas rusos una cuestión de prestigio y orgullo nacional. Crimea es el símbolo de los grandes confines del imperio que Putin está tratando de reconstruir a sangre y fuego. Pero Crimea ya no es esencial para el dominio del Mar Negro, y controlar el Mar Negro significa muy poco cuando los rusos no pueden controlar el Bósforo. 

Es muy lamentable que los autócratas rusos no acepten el hecho de que mantener Crimea puede resultar imposible para Rusia. Crimea no tiene agua dulce y produce muy poco de sus propias necesidades. Tratar de mantener el suministro a cualquier guarnición significativamente grande sería una tremenda tensión y agotamiento de recursos para una nación con un enorme problema logístico y, por lo tanto, efectivamente imposible para Rusia si no puede mantener utilizables tanto el corredor terrestre como el puente de Kerch. Ucrania ya ha paralizado el puente de Kerch dos veces cuando todavía carecía de misiles de mayor alcance. Ahora los tiene y le será más fácil cortar esa vía de suministros. Además, está a pocos kilómetros de poner bajo fuego a todas las carreteras principales que cruzan el corredor terrestre sudoriental, además de a toda la flota del Mar Negro anclada en Sebastopol y otros puertos del mar de Azov.

Es muy probable que en la primavera Ucrania logre aislar por completo a Crimea de Rusia, antes de que Rusia llegue a plantear una conversación sobre tener que aceptar que la han perdido, para entrar en negociaciones con la aspiración de conservar los territorios del Donbas en el extremo Este de Ucrania. Todo esto causará una conmoción dentro de Rusia cuando suceda y puede provocar el fin de la dinastía de Putin.

Sin embargo, esta perspectiva se derrumba si las democracias amigas de Ucrania le retiran o le reducen considerablemente el indispensable suministro de material de guerra. Sólo nos cabe confiar que no se repita la historia de la entrega de Checoslovania a los nazis "para que impere la paz y se evite un conflicto mayor", como sugería Chamberlain en sus conversaciones con Hitler.

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