En los controles fronterizos te hacen limpiar los zapatos antes de entrar y te revisan el polvo. En Estados Unidos, el detector de metales ahora escudriña a sus más íntimos aliados antes de ceder el paso; una política exterior contradictoria hecha para segregar a un grupo de cubanos de otro.
La nueva norma migratoria estadounidense, aprobada este 6 de julio, no solo afecta a ciudadanos cubanos, sino también a europeos. El Electronic Systems for Travel Authorization (ESTA por sus siglas en inglés) es el sistema automatizado que ayuda a determinar la elegibilidad para poder entrar a los Estados Unidos; sin embargo, bajo la enseña de la Seguridad Nacional, ingresar a Estados Unidos desde la Unión Europea se dificulta de sobremanera.
Desde que Estados Unidos volvió a añadir a Cuba a su lista de países que patrocinan el terrorismo el 12 de enero de 2021, se vislumbraba un agravamiento en la manera que se procesan los visados. Este mes la nueva disposición establece lo siguiente que todo español que haya estado en Cuba a partir del 12 de enero de 2021 verá suspendidas sus autorizaciones de viaje a EE.UU. sin visado. La limitación de los viajes bajo el programa de exención de visado afecta igualmente a las personas con doble nacionalidad, si la otra nacionalidad corresponde a un país que forma parte del programa de exención de visado (VWP) y a Cuba. Aquellos que ya hayan sido aprobados para el ESTA y sean identificados como residentes en Cuba o con doble ciudadanía verán su autorización revocada.
La base jurídica de dicha disposición, aprobada por el Congreso estadounidense, es la Ley de Mejora del Programa de Exención de Visa y Prevención de Viajes Terroristas de 2015, la cual define quién es una amenaza para la protección fronteriza. Al ejecutar el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense (“Department of Homeland Security”) aquellos estatutos cuestionables de la pasada década, se configura una política ambivalente para con los cubanos. Por un lado, se le cierran las puertas del ESTA al cubano con doble nacionalidad; por otro, se le ofrece a ese mismo individuo parole humanitario para entrar a Estados Unidos y luego solicitar residencia.
Se puede explicar esta incoherencia reglamentaria con la descentralización caótica de las funciones migratorias en Estados Unidos, pues no existe ningún órgano que se ocupe propiamente de la migración y la extranjería. Más bien, el destino de los forasteros se determina dispersamente entre fiscales, oficiales de contrainteligencia, y jueces de dudosa independencia. Por ello, las agencias federales en Estados Unidos pecan habitualmente de inconstitucionalidad cuando del sistema migratorio se trata. Si bien bajo el derecho de protección igualitaria de la Constitución estadounidense se decretó, en su decimocuarta enmienda, que no se puede tratar diferenciadamente a alguien por su nacionalidad, los nuevos reglamentos de ESTA hacen exactamente lo contrario.
Mucha es la complejidad burocrática, pero para el cubano el resultado es simple: se le añade a su padecimiento, a la lucha desde el exilio, el peso de otros procesos burocráticos. Por huir al comunismo y tener dos patrias, se precluyen las bienvenidas.
Mientras que Cuba es uno de muchos asuntos pendientes para la agenda estadounidense, los estragos de la larga dictadura pesan más allá de Washington. El precio que paga el cubano por ser cubano es cada vez más alto, y Estados Unidos, con estas nuevas normas, lo agranda como a su deuda pública.
Un hispanocubano que desee visitar a su familia en Miami en la actualidad deberá someterse a la merced de alguna de esas agencias administrativas. Ahora, se debe esperar un permiso que puede no ser concedido. Los honorarios han cambiado, el papeleo aumenta.
La inequidad de las funciones migratorias en Estados Unidos, por ahora, no se remedia. La dicotomía entre abrir la puerta para posibles residentes permanentes y cerrarla para aquellos que tienen menos potencial de quedarse, persiste. Como mismo el terrorismo yihadista convirtió en dramáticas odiseas a un simple vuelo de avión o un desembarco, la libertad ambulatoria (básica en todo Estado civilizado) se debilita una vez más ante los muros blindados de las aduanas, quizá para intentar lograr lo que la diplomacia, las sanciones económicas y la presión ideológica no han podido.
Las preguntas de para dónde vas y de dónde vienes han perdido toda referencia ética, expresándose en secas y desalmadas normas. Estas normas van dando forma a un nuevo orden: acoger a un grupo de cubanos y rechazar a otro, sospechando de los rechazados una asociación comunista o terrorista. Las listas negras nunca han desaparecido.