Tras la huida de Morales ante la presión popular,
la guerrilla urbana entró en acción.
La “operación retorno” de Evo Morales ha comenzado a la luz del día, mientras las nuevas autoridades bolivianas avanzan con plomo en el ala en su afán de devolverle la institucionalidad democrática al país.
El aparato judicial del fugitivo está intacto desde el Fiscal General para abajo (Otra clara demostración de que no se produjo una golpe de Estado en Bolivia) y funciona con una lentitud alarmante. “Trabajen, pero hasta por ahí nomás”, fue la orden impartida.
En otras circunstancias, todo ese andamiaje debió ser reemplazado porque de lo contrario es tratar de construir un edificio con cimientos de adobe. Todo el poder judicial fue elegido con menos del 30% del caudal electoral y casi todos sus integrantes responden e Morales.
Mientras los retazos de partidos políticos destrozados en 14 años de autocracia no terminan de articularse y sus dirigentes, como los nuevos líderes, se agarran de las greñas de cara a las próximas elecciones, el único frente monolítico es el del caudillo cocalero.
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