Estamos viviendo a nivel mundial una muy compleja situación con matices y profundas diferencias entre las distintas geografías, países, razas e ideologías. Se trata de una innegable realidad a la que hay que añadirle, como factor integrante, el nivel económico, conjuntamente con el grado de desarrollo tecnológico de cada nación.
De acuerdo con esas variantes, se les clasifica en tres categorías: subdesarrollados, en vías de desarrollo y desarrollados o países del Primer Mundo. Ahora bien, el factor más determinante es el económico y sus niveles de pobreza o de miseria. Adicionalmente, a esta complejidad de situaciones se ha sumado como componente viral un factor que siempre ha existido: LA CORRUPCIÓN Y LA AMBICIÓN DE PODER. Logrando infiltrarse, corromper e instalarse, y dando origen a gobiernos tiránicos y corruptos, desplazando todo tipo de orden social, justicia, sistemas, incluso ideologías.
En el caso de Venezuela, se trata de un país favorecido por su posición geográfica, con abundancia de recursos naturales, principalmente hidrocarburos, materia prima indispensable para la producción de la necesaria energía a nivel mundial. Se trata del país que era catalogado como nación rica y, como tal, fue siempre un objetivo de conquista para el tirano cubano Fidel Castro Ruz, a fin de obtener y de disponer de recursos económicos cuantiosos, para satanizar y dominar a Hispanoamérica, sin necesidad de tener que disparar ni un solo tiro.
Al final, únicamente se necesitaba aprovechar los flancos débiles de la democracia, en los países donde los altos niveles de pobreza, que son una mayoría «engañable», pasaron a ser dominados, haciéndolo con promesas y dádivas para ganar el poder vía elecciones: ¿democráticamente?
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