“Las ventanas del frente de la casa permanecen abiertas. Desde fuera se logran ver el cuadro de la crucifixión y un tapiz de navidad que se cuelga cada año por estas fechas. Se escucha el diálogo de dos jóvenes que al pasar por la acera, e introducir sus miradas hacia el interior, dicen:
- Viste que bonitos esos cuadros, parece que esa “gente” es religiosa.
A lo que el otro joven responde:
- No, esa es la casa de los derechos humanos”.
Un sencilla anécdota que puede ser repetida, y de hecho se repite muchas veces en Cuba, desde hace algún tiempo.
El objetivo: satanizar a todo el que piense diferente, espantar de su alrededor a toda persona que desee acercarse para conocer e interactuar; ver fantasmas donde no los hay y hacer juicios erróneos sobre las personas y los hechos.
Las causas: la profunda falta de educación ciudadana que imposibilita darse cuenta de que los derechos humanos son universales, de todos y para todos; la carencia de instituciones reconocidas para la defensa de los derechos humanos; la doble moral que hace sucumbir ante lo mal hecho, alzar la mano y decir estar de acuerdo cuando no se está y manifestarse en contra de los propios principios porque “es lo que toca en estos tiempos”.
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