Las democracias occidentales se han unido, en gran medida, para defender Ucrania, y las instituciones de la libertad, contra el totalitarismo putiniano.
Lo curioso, sin embargo, es que semana tras semana, mes tras mes, somos testigos de la incapacidad de defenderse puertas adentro, al interior de sus sociedades, de los crecientes ataques del enemigo, y de ganarse las voluntades de las mayorías ciudadanas.
En el caso latinoamericano, los datos están a la vista de todos; hace unas semanas en Casa de América de Madrid, Marta Lagos, directora de la Corporación Latinobarómetro, con décadas realizando encuestas en América Latina sobre el estado de la democracia, de sus instituciones, del bienestar o malestar ciudadano, advirtió:
“Estamos en un momento crítico, donde uno de cada dos latinoamericanos quiere que alguien resuelva sus problemas, aunque pase por encima de la ley. La amenaza no son los militares, sino el populismo”. Aseguró asimismo que América Latina se encuentra en un momento “preexplosivo”, en el que la disposición de la gente a protestar alcanza el 60 por ciento.
Según el Latinobarómetro, “la opinión pública sobre la democracia está en decadencia, pues tan sólo el 48 por ciento de la población apoya el actual modelo de democracia y un 95 por ciento de los latinoamericanos encuestados opinan que su democracia no es plena”.
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