El presidente encargado de Venezuela debe continuar en el ejercicio de sus funciones, debe rectificar los errores -que con humildad tiene que reconocer- y debe hacer avanzar el cambio, acelerar el paso para la salida de la dictadura.
Luego de consumada la anunciada manipulación, fraude y desconocimiento en las elecciones regionales del pasado 21 de noviembre, en atención a las públicas opiniones de algunos dirigentes de la alternativa democrática, en vista del continuado respaldo internacional al presidente encargado de la República, y teniendo en cuenta la proximidad de un nuevo año parlamentario que constitucionalmente comienza el próximo 5 de enero, VENAMÉRICA, como parte activa de la sociedad civil organizada en la diáspora e interpretando el parecer de la mayoría de nuestros conciudadanos, decide:
Luego de lo ocurrido el pasado 21 de noviembre, ha surgido entre opinadores y políticos una pregunta que, por errónea en su planteamiento, debe ser analizada para advertir sobre la inutilidad práctica de cualquiera sea su respuesta.
El evento del 21N arrojó simultáneamente avances y retrocesos. Se pudieron constatar algunos avances (tímidos, pero avances al fin y al cabo) en las condiciones electorales, y algunos triunfos importantes en alcaldías y gobernaciones. Al mismo tiempo, se registraron numerosos delitos electorales, abusos, y atropellos (muchos de ellos recogidos y reportados en el Informe de la Misión de Observación Electoral de la UE), el más reciente de los cuales es el caso de la elección de Barinas, donde de un plumazo se desconoció la decisión popular inhabilitando después de su triunfo al candidato electo por la población de ese estado, inventando una nueva elección al no poder ganar la que se realizó e inhabilitando también –al mejor estilo de Daniel Ortega en Nicaragua– a cuanto aspirante opositor aparezca en escena.
La recurrencia delictiva del gobierno en materia electoral, pero sobre todo este último desvergonzado comportamiento en el caso del estado Barinas, donde ya ni siquiera el cuido mínimo de las formas detiene la obscena voracidad de poder de la oligarquía, ha llevado a algunos a preguntarse si tiene sentido insistir en la vía electoral.
Ayer y hoy los enemigos de la democracia y la libertad son el desaliento y la desunión
Con el incidente comicial del 21N finaliza otra etapa de nuestra dramática y triste historia reciente. Preparado y ejecutado a placer por la dictadura, con el propósito de maquillarse con un toque de legitimidad y democracia, como consecuencia de su narco criminal actuación, el proceso del pasado domingo 21 fue una manipulación cantada hace ya tiempo.
Más allá del lógico y necesario estudio, una vez se conozcan las “cifras oficiales” -plenamente conscientes de la capacidad de la dictadura para retocar, manipular y falsear la voluntad popular para su ventaja- podemos adelantar a partir del resultado preliminar conocido a medianoche del domingo 21, que aún dando por exactas y buenas esas cifras, el régimen obtuvo solo el 32 % de los votos emitidos, vale decir que las opciones de la alternativa democrática obtuvieron el 68 %. El 32 % de los votos emitidos y escrutados corresponde apenas al 15 % del total de los electores, de modo pues que según las propias cifras del régimen, este solo contaría con el 15 % del respaldo popular.
No obstante, hay análisis colaterales que deben enfrentarse sin complejos, con propósito de enmienda y contrición de corazón. Sabemos que la noción de contrición (del vocablo latino contritio) alude al arrepentimiento que experimenta una persona cuando siente que actuó de manera indebida, e implica tres actos de la voluntad, no del sentimiento o de la sensibilidad: dolor del alma, aborrecimiento del pecado y propósito de enmienda, de no volver a pecar en adelante, intención que conlleva implícito el deseo de cambiar de vida y de evitar el mal realizado o el hábito malo que se ha contraído. Si no existe deseo de cambio o propósito de ser mejor en adelante, es decir conversión y cambio de vida, es señal de que no hay verdadero arrepentimiento. Hay que enfocarse en no recaer en los pecados cometidos, si es que se quiere obtener el perdón, entiéndase conquistar la democracia y la libertad.
Visto el evento del 21N desde esta óptica, la dictadura actuó según lo planificó y estipuló en su libreto, consiguiendo en primera instancia su objetivo de realizar unas elecciones con observación internacional, aunque en paralelo haya utilizado de manera desfachatada cuanto malamaña tecnológica, subterfugio o acción de fuerza tuvo a la mano, entiéndase policía, Fuerza Armada y colectivos, para doblegar al elector y proceder luego a la asignación de ganadores, de acuerdo con estratagema y logística trazada con antelación.