Las generaciones de jóvenes que se incorporaron al mercado de trabajo en Venezuela a finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI, no conocieron a plenitud las dimensiones del salario y su participación alcanzada en la riqueza nacional, cuando la remuneración de un trabajador fortalecida por la contratación colectiva le permitía alcanzar una vida digna para su familia a través de un sólido poder adquisitivo y la cobertura integral de la seguridad social.
Si bien es cierto no toda la población estaba cubierta por estos niveles de trabajo digno, el efecto cascada sobre el mercado de trabajo permitía agobiar parcialmente las penas del resto de venezolanos en condiciones de informalidad y de pobreza extrema que representaba a un 45% de la Población Activa.
Hoy los indicadores de la pobreza en Venezuela se mantienen en niveles más altos como consecuencia de la destrucción del aparato productivo nacional y estatal, alcanzando el 86% en 2024. Un estudio reciente del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) (03/2025) revela que la pobreza en Venezuela se mantiene en niveles alarmantemente altos, alcanzando el 86% en 2024.
Conjuntamente con estas cifras alarmantes se difunde desde el Gobierno una nueva concepción del salario sustituida por una parodia de remuneración denominada “INGRESO ECONÓMICO INTEGRAL INDEXADO”, representada en el monto real que recibe el trabajador, si mencionamos al trabajador del sector público el salario mínimo es menor a los 2 $ mensuales y los 90 $ adicionales son bonos sin impacto en los beneficios, ello deriva en aguinaldos de 4 meses equivalentes a la ridícula cifra de 14 $.
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