La política es el escenario mas pugnaz de las sociedades, es ingrata la mayoría de las veces y en otras circunstancias es la arena donde el líder victorioso recoge sus frutos, los cuales pueden revertirse en trago amargo si no cumple con la promesa a la masa anónima que en sus hombros le entregó el olimpo del poder.
Hoy la izquierda que ejerce el mando en algunos países del continente es escrutada, en torno a su posición ante las recientes elecciones presidenciales celebradas el 28-J en Venezuela, las mismas que han levantado un polvorín por las dimensiones del fraude mas escandaloso que haya conocido la región, tras dos siglos de avatares transcurridos luego de la independencia del bardo español.
No es para menos ese conglomerado ideológico vive una disyuntiva, asumir decisiones en base a su compadrazgo doctrinario formado al compás del “bella ciao”, la lectura trasnochada del Manifiesto Comunista, de las “Venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano y de la creencia que estamos todavía en el contexto de “la Guerra Fría”, o se comprometen con su rol de estadistas que les determina aceptar que el desarrollo de la humanidad se dirime en el terreno de la defensa de la democracia contra la dictadura, y no en la solidaridad inocua de ser de izquierda o de derecha.
En tan solo 3 semanas las propuestas conocidas han sido diferentes a las que nos tenían acostumbrados con la unánime disciplina bolchevique, de los del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla en sus manoseados manifiestos antimperialistas. Resalta un primer grupo los incondicionales quienes la misma noche del 28-J al emitir el primer boletín del CNE “reconociendo el triunfo de Maduro”, celebraron en jolgorio felicitándolo, allí se anotaron sus compinches de Nicaragua, Cuba, Honduras, Bolivia y alguna que otra republiqueta del Caricom.
La segunda posición manifestada ha sido la gallarda declaración del presidente Gabriel Boric de Chile, quien no dudó en calificar de fraude monumental el crimen cometido en Venezuela por Maduro contra la voluntad soberana de la población. Dicha posición le valió toda la gama de insultos de la vocería del régimen, quienes le señalaron como agente del departamento de estado.
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