Cuando los venezolanos están a pocas horas de que concluya el año 2023, el balance de lo vivido y sucedido en dicho período arroja una serie de coincidencias colectivas, según las cuales no son otras que «realidades comunes».
Las mismas son aquellas apreciaciones con las que la ciudadanía juzga, trata, evalúa y analiza como hechos inobjetables de acuerdo, el tratamiento que hombres y mujeres consideran de acuerdo al llamado «peso de bolsillo», y el cual no es otro que: año tortuoso, complicado, trágico. Porque, de acuerdo a tales juicios sociales y económicos, los efectos describen que no pueden ser otras que las manifestaciones propias de una sociedad en lo que lo común, real y difícil evidencia que Venezuela, sencillamente, se ha ubicado en una verdadera disyuntiva o situación inquietante.
Desde luego, los juicios optimistas o pesimistas que emergen de los balances que cada sector se plantea en la subjetividad de sus análisis, dejan entrever que se puede o no pensar en si hay o no esperanzas de superar este ya prolongado y tortuoso efecto del capítulo que se ha vivido o sufrido durante 25 años, Pero, además, que cuando se trata de relacionar lo real con lo que pueda suceder durante el venidero año, el registro objetivo arroja que no es posible encontrar caminos confiables, cuando la consecuencia del análisis -se repite- no puede ser otro que aquello que indica la verdad de los hechos.
De lo que se trata, es de que el análisis y los efectos concluyen en lo inocultable: no pueden haber cambios con miras hacia el optimismo, si la base de los hechos registran que se sigue soportando un mandato con una economía ruin, salvaje y cargada de corrupción y miseria. Pero, además, sin capacidad de evitar que se mantenga y se expanda lo más duro del juicio que acusa y acusa: una diáspora o estampida ciudadana de una cuarta parte de la población, imposible de detener .
Las navidades en Venezuela -por qué negarlo- abrieron las puertas a la esperanza y confianza en posibilidades milagrosas para el venidero año. Se dio como alternativa contraria entre discursos, juicios y análisis la necesidad e importancia de ser optimistas. Tanto que se llegó a exponer y plantear la importancia de «aspirar» a que el nuevo año le traiga a los venezolanos en sus alforjas el efecto de la bendición y de la Paz, marcando el inicio de la recuperación, pacificación, reconciliación y progreso para todo el país. Sin embargo, no es posible construir optimismo cuando, a la par de la esperanza, se apela adicionalmente a la oferta complementaria de que tal evolución sólo puede darse, si los componentes de la misma se mantienen atados a lo que se ha sostenido durante un cuarto de siglo.