Caracas, Jun 1.– Hace muchos años Venezuela evocaba entre los latinoamericanos la esperanza de una vida mejor. Entre la década de 1960 y mediados de la de 1990 tenía sentido una canción como la de Los caminos verdes, de Rubén Blades, que hablaba de personas que van “cruzando la frontera/pa’ salvarme en Venezuela”. Hoy son los venezolanos los que cruzan los “caminos verdes”.
Si alguna imagen evoca ahora el país, es la de los millones de migrantes que en autobús o a pie, recorren la distancia entre sus casas y el lejano Chile, o puntos intermedios como Colombia, Ecuador y Perú. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en los últimos años han salido de Venezuela unas seis millones de personas, lo que la convierte en la segunda crisis migratoria más grande del mundo, después de la de Siria.
Las mochilas y las gorras que portan los migrantes nos pueden dar unas pistas sobre la naturaleza de lo que esas personas representan: las primeras son recuerdo de las políticas sociales del chavismo, cuando se repartieron gran cantidad de útiles escolares, libros, laptops y morrales con colores patrios en las escuelas. Las segundas recuerdan las intensas manifestaciones políticas en las que ambos bandos usaron los colores de la bandera. Pocos podrían haberse imaginado que aquellas mochilas servirían como bagajes para huir de la ruina que, en gran medida, aquel gasto a manos llenas generó.
Son la gorra y la mochila, como en general la migración, el síntoma de muchos fracasos juntos. El fracaso del ensayo socialista y de la oposición para crear una verdadera alternativa capaz de tomar el poder.
Al récord de migrantes, Venezuela suma otros números que son el verdadero combustible de aquellas multitudes que escapan del país: en diciembre de 2021 se celebró, después de años donde la hiperinflación llegó a alcanzar más de 200,000%, que la inflación anual fuera de “solamente” 500% ...
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