El Papa Juan Pablo II, en su encíclica “El Esplendor de la Verdad”, expresó claramente la doctrina de la Iglesia Católica sobre la tortura. Declaró que, como “el genocidio, el aborto, [y] la eutanasia”, la tortura es “intrínsecamente maligna”. Es un acto que no puede justificarse moralmente bajo ninguna circunstancia. El Papa Benedicto XVI dijo en 2007: “Reitero que la prohibición de la tortura no puede ser infringida en ninguna circunstancia”. La tortura debilita y degrada la dignidad humana de las víctimas y de los victimarios.
Es hora de que los resultados de la investigación por parte del Senado de EEUU se hagan públicos para ayudar a garantizar que nuestro gobierno no se involucre de nuevo en la tortura. El público tiene que entender la naturaleza de la tortura, incluidas su ilegalidad, su inmoralidad y su ineficacia.
Durante los últimos tres años, el Comité Especial de Inteligencia del Senado (SSCI) ha estado llevando a cabo una investigación sobre el uso de la tortura por la CIA. Es probable que el SSCI, del que el senador Bill Nelson es miembro, vote pronto acerca de si se debe aprobar y publicar el informe.
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