Cinco mitos y realidades sobre la pena de muerte

Amnistía Internacional confronta los cinco mitos más frecuentes que utilizan como argumentos quienes apoyan este castigo inhumano, cruel y degradante. Frente a los mitos, la realidad de un mundo cada vez más abolicionista

Mito 1:

La pena de muerte tiene un efecto disuasorio sobre la delincuencia violenta y hace que la sociedad sea más segura.

Realidad 1:

No hay datos convincentes que demuestren que la pena de muerte tenga un efecto disuasorio único.

Más de tres décadas después de abolir la pena de muerte, el índice de asesinatos de Canadá sigue siendo alrededor de un tercio inferior al de 1976.

Un estudio comparó durante 35 años los índices de asesinatos de Hong Kong, donde no hay pena de muerte, y Singapur, cuyo tamaño de población es similar y donde se llevan a cabo ejecuciones periódicamente. La pena de muerte tenía poco impacto en los índices de delincuencia.

Mito 2:

La amenaza de ejecución es una estrategia eficaz para prevenir los atentados terroristas.

Realidad 2:

No es probable que la perspectiva de una ejecución tenga un efecto disuasorio en personas dispuestas a matar y causar lesiones por una ideología política o de otra índole.

En realidad, algunas autoridades de la lucha antiterrorista han señalado en reiteradas ocasiones que las personas ejecutadas pueden ser percibidas como mártires cuyo recuerdo se convierte en punto de cohesión para su ideología o sus organizaciones.

Los grupos armados de oposición han señalado también al uso de la pena de muerte como justificación de sus represalias, continuando así el ciclo de violencia.

Mito 3:

La pena de muerte está bien siempre que cuente con el apoyo de la mayoría de la población.

Realidad: 3

La historia está llena de violaciones de derechos humanos que apoyaba la mayoría de la población, pero que posteriormente se consideraron terribles.

La esclavitud, la segregación racial y los linchamientos tuvieron el apoyo en las sociedades donde existían, pero constituían violaciones graves de los derechos humanos.

En última instancia, los gobiernos tienen la obligación de proteger los derechos de todas las personas, aunque a veces eso suponga actuar contra la opinión de la mayoría.

Por otra parte, la opinión pública suele cambiar en función del liderazgo político y cuando se facilita información objetiva sobre la pena de muerte a la ciudadanía.

Mito 4:

Se ha demostrado que todas las personas ejecutadas son culpables de delitos graves.

Realidad 4:

En todo el mundo, cientos de presos son ejecutados tras juicios manifiestamente injustos. Esto puede incluir el uso de “confesiones” obtenidas bajo tortura, la denegación del acceso a un abogado y una representación procesal inadecuada.

Los países que más ejecuciones llevan a cabo son también aquellos en donde la imparcialidad del sistema de justicia suscita gran preocupación, como China, Irán y Arabia Saudí.

Las 154 exoneraciones de condenados a muerte registradas en Estados Unidos desde 1973 demuestran que, por muchas salvaguardias legales que existan, ningún sistema de justicia está libre de error. Mientras la justicia humana siga siendo falible, no se podrá descartar el riesgo de ejecutar a una persona inocente.

Mito 5:

Los familiares de las víctimas de asesinato exigen la pena capital.

Realidad 5:

El movimiento mundial contra la pena de muerte incluye a muchas personas que han perdido a sus seres queridos a causa de un delito violento o que han sido ellas mismas víctimas de un delito de este tipo, pero que por razones éticas o religiosas no quieren que se imponga la pena de muerte “en su nombre”. En Estados Unidos, organizaciones como Familias de Víctimas de Asesinato por los Derechos Humanos impulsan el movimiento por la abolición de la pena de muerte, por ejemplo, en New Hampshire.

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