Hay dos importantes temas de política económica que se están debatiendo activamente en los países avanzados en recesión o crecimiento anémico: si las políticas monetarias no convencionales, principalmente la flexibilización cuantitativa, son pertinentes, y cuáles son las políticas fiscales más apropiadas (austeridad o estímulo) para superar la situación existente.
Cuando se entró en la Gran Recesión hubo consenso de que los bancos centrales redujeran las tasas de interés hasta nivel cero o cercano a cero. Una vez que se logró ese nivel, o sea que se agotó la política monetaria tradicional de disminuir las tasas de interés, hubo la decisión de mantener políticas monetarias expansivas comprando valores públicos e hipotecarios en poder del sistema financiero, particularmente en EEUU, para inyectar mayores recursos a las carteras de los bancos comerciales y reducir las tasas de interés de mediano y largo plazo. También se hicieron promesas de mantener esta política en el futuro. Ello ha desatado un amplio debate sobre la propiedad de las medidas ya que varios especialistas (entre otros: John Taylor, Nouriel Roubini, Martin Feldstein) consideran que se están creando severas distorsiones en el sistema financiero, entre ellas burbujas de crédito, y, por ende, en la economía real, así como en las tasas de cambio internacionales, propiciando una incipiente guerra cambiaria. Estos especialistas expresan serias dudas sobre si la política no convencional, dada la magnitud de las compras de valores realizadas y los plazos de reacción a las políticas monetarias, se podrá revertir oportuna y apropiadamente, o sea sin acentuar presiones inflacionarias o desatar presiones contractivas.
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En el verano de 2011, cuando se contemplaba una recuperación más fuerte y rápida de la economía estadounidense, hubo un acuerdo político bipartidista para amenazar con el llamado precipicio fiscal antes de 2013. Este consistía en el aumento de impuestos y la reducción del gasto público de inmediato para disminuir sustancialmente el elevado déficit fiscal y estabilizar la proporción de la deuda pública en relación al PIB. Y de esa forma obtener la consolidación fiscal a mediano y largo plazo que aseguraran la solvencia y sostenibilidad fiscal que ha estado en dudas por los elevados déficits incurridos después de 2007 para hacer frente a los efectos de la gran recesión del 2008-2009. El referido acuerdo del precipicio fiscal de 2011 fue de naturaleza preventiva y cooperativa en un contexto político cada vez más conflictivo y disfuncional caracterizado por el cortoplacismo y evitar decisiones económicas difíciles a mediano y largo plazo.
Antecedentes