Harold Cepero Escalante: el sentido de la caridad y el amor

Harold Cepero Escalante: el sentido de la caridad y el amor

Harold Cepero Escalante era un joven sencillo de un corazón muy grande, nacido en el seno de una familia humilde en la ciudad de Chambas el 29 de enero de 1980, que hoy pertenece a Ciego de Ávila, yo digo Camagüey. Debe haber sido esa inteligencia natural, y esa sensibilidad humana que siempre lo caracterizó lo que lo hizo acercarse mientras cursaba sus estudios secundarios a la Iglesia Católica de Chambas en busca de verdades superiores para aplacar su sed espiritual.

Cuando en el 1998 inició estudios universitarios en la Universidad de Camagüey y se mudó a esta ciudad, comenzó también, junto a otros jóvenes, a frecuentar las charlas que impartía el Padre Alberto Reyes Pías. Y ya en el 2002, junto a otros jóvenes universitarios firmó el Proyecto Varela, iniciativa ciudadana que busca un referendo sobre los derechos fundamentales hoy conculcados al pueblo de Cuba. Cuando en mayo de ese mismo año el régimen declaró la Constitución Socialista inamovible y obligó al pueblo a suscribir aquel atropello, Harold sabía que ese documento era una respuesta directa a la petición del Proyecto Varela y se negó a firmarlo, comenzó a explicar esto entre los estudiantes de la Universidad, en los dormitorios, en los pasillos, sin miedo. Fue allí cuando empezaron las amenazas de expulsión de la Universidad, las fuerzas represivas comenzaron a manipular y utilizar a los propios estudiantes y a los amigos cercanos de Harold para que le hicieran llegar las amenazas.

Fue el 13 de noviembre de 2002 que, como es costumbre en la Cuba castrista, la Seguridad del Estado organizó una farsa, una reunión para juzgar y expulsar de la Universidad a Harold Cepero y a Yoan Columbié, otro joven también firmante del proyecto. Les gritaron, los insultaron, los amenazaron y finalmente los expulsaron. Harold escribió esta carta y la firmaron Yoan Columbié, Yulys Espinosa y otros jóvenes y la entregaron al Decano de la Universidad.  La quisiera leer para recordar sus palabras.

CARTA DE PROTESTA DE HAROLD CEPERO

Con todo el respeto y la sinceridad que ustedes merecen, creo que los argumentos sobran para nuestra defensa. Al parecer el motivo de este acto, o no sé cómo lo llaman, es nuestra mala actitud respecto a la política que hoy rige en nuestra patria. El otro, nuestra aprobación del Proyecto Varela.

Empezaré diciendo que dicho proyecto es un proyecto de ley firmado por más de once mil cubanos (electores) y recoge las necesidades fundamentales de nuestro pueblo. No sé por qué pretenden (ustedes que ahora tienen una situación privilegiada con respecto a nosotros y a los que piensan como nosotros) reprimir algo que no es motivo, ni tiene como origen el odio de las personas, sino la apertura, el respeto mutuo, el diálogo.

Ustedes desde su condición: estudiantes, profesores, PCC, UJC, etcétera, están violando la ley de la República. Están intentando pisotear nuestra dignidad, que merece, igual que la de ustedes, un reconocimiento y un estatus legal para desarrollarse a plenitud. Por eso me parece totalmente injusto lo que pretenden hacer. Esto es un atentado contra las leyes internacionales, la Constitución y más, contra nuestras personas.

El Proyecto Varela es totalmente legal y reconocido públicamente por Fidel Castro. Además, si lo apoyamos es porque lo creemos justo y me gustaría que ustedes lo consideraran. Las cosas que pedimos no excluyen a nadie, simplemente queremos un espacio (el que nos pertenece) en la vida social de Cuba.

Expulsarnos no es la solución ni para ustedes ni para nosotros, sería mejor preguntarse por qué hay jóvenes que llenan esta inquietud y se preocupan por el bienestar de la patria. Sería bueno que ustedes explicaran a los estudiantes y al pueblo qué es el Proyecto Varela, qué pide, y así dieran a todos el derecho de opinar y escoger.

Hoy nos echan de esta universidad por eso. Mañana puede ser a uno de ustedes por el solo hecho de ser diferente, por permitirse pensar.

Ustedes están queriendo perpetuar algo que no se sabe siquiera si es justo, y de este modo están negando el progreso de una sociedad que tiene ganas de algo nuevo, de algo que realmente garantice un lugar digno a cada cubano. Están presionando a personas o impidiendo que éstas expresen su verdadero sentir, están cultivando el miedo en la nación.

Con el pretexto de defender la libertad están atacándola. Martí lo diría así: “El puñal que se clava en nombre de la libertad se clava en el pecho de la libertad”. Deben pensar si en el fondo de su actitud hay un verdadero respeto a la libertad, porque decir libertad, ser libre, es no arrebatar a otros la libertad. Por eso les pido que antes de expulsarnos se pregunten hasta cuándo pueden mantener en luto y silencio la realidad de Cuba, y les recuerdo que el daño que nos puedan hacer es daño que se hacen ustedes. Y más: es una amenaza directa a cada cubano.

Los que roban a otros sus derechos se roban a sí mismos. Los que quitan y aplastan la libertad son los verdaderos esclavos.

Hasta aquí la misiva.

Un agente de Seguridad del Estado los acompañó hasta los dormitorios para cerciorarse que recogían sus pertenencias y abandonaban el recinto.

Ahí empezó la gran saga de este hombre ejemplar que fue Harold Cepero Escalante. Un proceso de introspección, y el deseo de servir de la mejor manera a la transformación del país, en medio de una fuerte ola de arrestos y prisión para los principales promotores del Proyecto Varela, lo hacen optar por su vocación sacerdotal y en el 2003 ingresa en el Seminario de la Ciudad de Camagüey. Allí permanece dos años, continúa su contacto con los miembros de la oposición especialmente con el Movimiento Cristiano Liberación, organización iniciadora y promotora del Proyecto Varela. A fines del 2005 es trasladado al Seminario de San Carlos y San Ambrosio en la Ciudad de La Habana.

Estos años hasta el 2009 cuando finalmente abandona el Seminario, fueron años clave en la formación espiritual y cívica de Harold Cepero. Se da cuenta del daño moral espantoso del régimen a la nación cubana, entiende la necesidad de trabajar incansablemente por la libertad de Cuba y ve con claridad las dificultades y limitaciones de llevar a cabo este trabajo desde la labor social y evangelizadora de la Iglesia Católica en Cuba.

Entre el 2009 hasta su asesinato el 22 de julio de 2012, Harold se une completamente al Movimiento Cristiano Liberación, comienza a coordinar el grupo juvenil, y se hace prácticamente parte de la familia Payá Acevedo. Elabora cursos de capacitación para el liderazgo y acompaña regularmente a Oswaldo Payá en sus viajes al interior de la Isla. Se convierte en miembro del Consejo Coordinador del MCL y trabaja intensamente en el primer número del boletín Somos Liberación.

Ya ustedes saben que el 22 de julio de 2012, Harold fue asesinado por el régimen castrista, lo que aún no sabemos las circunstancias precisas en las que ocurrió su muerte. Pero quisiera aquí decir que mucho más importante que todos estos datos que he compartido con ustedes para dar a conocer a un joven que era prácticamente desconocido por la generalidad de los cubanos exiliados antes de ser asesinado junto a Payá, más importante que todo eso, es reflexionar sobre la significación de su existencia.

Cuando Harold nació el régimen llevaba 21 años en el poder. Había fusilado, había encarcelado, a miles de cubanos, las listas de desaparecidos estaban ya llenas de nombres, y el descontento popular se iba a hacer patente en los sucesos posteriores de la Embajada de Perú y el éxodo del Mariel. Harold era un recién nacido cuando ocurrían estos hechos. Sin información, sin posibilidades de buscar información, solamente por una luz interior que lo guiaba, por una orientación de su espíritu hacia la verdad, pudo ir desentrañando su realidad. Hay personas que llegan hasta ese punto, entender su realidad y allí se petrifican, el miedo los paraliza. Pero Harold no solamente comprendió la falsedad del sistema, la falta de libertades y la infamia que el régimen castrista significaba para Cuba, él fue más allá. El comenzó a actuar desde su perspectiva, desde sus posibilidades. Creo que lo que más lo empujaba, en esos primeros pasos era ver el sufrimiento de su propia familia, de su pueblo en general, esa generosidad humana, esa empatía con el que más sufre que fue una característica de su vida.

Después logró buscar la fortaleza, controlar el miedo, permanecer incólume ante el embate del odio, porque ser expulsado casi terminando su carrera universitaria es un crimen. Los amigos de Harold cuentan que él no se inmutó, tampoco guardó jamás rencor contra los que se prestaron a aquella farsa, algunos compañeros de cuarto y amigos personales de Harold. Por el contrario, él los perdonaba y los convencía de no sentirse avergonzados en su presencia.

Ser honrado, es como nos enseñó Martí, pensar y hablar sin hipocresía. Y eso describe a Harold Cepero, un hombre honrado. Cuando se dio cuenta que el camino del sacerdocio no iba a llenar dentro de él las expectativas y el deseo de servir realmente a su pueblo, de alumbrar a su pueblo en la ruta de la verdad y de la auto liberación, abandonó el seminario. Y se incorporó a la oposición, al Movimiento Cristiano Libración.

Yo podía entender que en la Cuba de 1961 hubiese jóvenes como Virgilio Campanería o Alberto Tapia Ruano, nacidos y crecidos en libertad y con los valores democráticos y cristianos que identificaron a nuestra República, y murieran gritando Viva Cristo Rey frente al paredón de fusilamiento castrista. Que un líder estudiantil como Pedro Luis Boitel tuviese el coraje de morir en huelga de hambre en el ostracismo de la prisión de los años setenta en Cuba.

Pero que Cuba totalitaria y esclava pariera a un joven como Harold, y como otros tantos valientes que hoy continúan su lucha dentro de la Isla, eso es alentador, eso da esperanza.

La vida de Harold es un ejemplo luminoso para todos los cubanos, pero especialmente para los jóvenes cubanos. Es un mártir. Su caridad, su humildad, su falta de apego por las cosas materiales, su carisma, su alegría, su calidad de amigo son algunas de esas virtudes que lo hacen un ser extraordinario.

Quisiera que un día, en la Cuba liberada, una cátedra de moral y cívica se llamara Harold Cepero, que la calle que lleva a los predios de la Universidad de Camaguey lleve su nombre, y que podamos, al menos los que le conocieron en vida, incluso los que como yo que sólo pude verlo con el corazón mientras conversábamos telefónicamente, podamos echar a ondear una bandera cubana en su nombre, en el cielo libre e independiente de Cuba mientras lo recordamos y oramos por su alma.

¡Harold Cepero VIVE!

 

 

 

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