El pueblo boliviano es víctima de una crisis política, social y económica, que agravada por el coronavirus lo lleva a la confrontación, a la miseria y al retorno del dictador. Renunció el dictador Evo Morales pero la dictadura sigue detentando el poder por medio de la estructura jurídico constitucional que impuso por la fuerza y que le garantiza impunidad y autoridad sin responsabilidad. En Bolivia salió el dictador pero no la dictadura y no hay transición ni democracia. Para terminar la dictadura y recuperar la democracia hay que retornar al “estado de derecho” con la Republica de Bolivia.
La denominada constitución del Estado Plurinacional no es boliviana, es un modelo y texto impuestos por el grupo trasnacional de Chávez y Castro (castrochavismo) para la permanencia indefinida de Evo Morales en el poder. Se origina en la “agenda de Octubre” luego del golpe de estado y se aplica con la falsificación hecha en la ley 2631 de reforma constitucional que adulteró la ley de necesidad de reforma de 8 de agosto de 2002 introduciendo la reforma total de la constitución expresamente prohibida. La Constitución de la República de Bolivia en su Art. 230 solo admite “reforma parcial” o sea solo “enmiendas”, de manera que al imponer la “reforma total” por vía de la “asamblea constituyente” la ley 2631 falsifica no solo la ley de necesidad que no contenía tal despropósito, sino que suplanta el texto mismo de la Constitución.
La asamblea constituyente -inadmisible en la Constitución- fue convocada por Evo Morales por ley 3460. Empezó usurpando funciones y mas de un año después de su instalación, ya cesada por vencimiento de su término -con la masacre de la Calancha- fue trasladada a un cuartel militar en Oruro. Por ley 3941 de 21 de octubre de 2008 el Congreso se atribuyó los derechos del pueblo y en otro acto de usurpación se auto facultó a “realizar los ajustes necesarios” al texto de constitución remitido por la constituyente. De esta manera la constitución de Evo Morales fue redactada por abogados españoles del castrochavismo en La Paz.
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poder político.
line of attack is to paint the protectionist economic and trade policies that defined his election campaign four years ago as theoretical errors that inevitably failed when given practical application. Thus (they argue) Trump’s meetings with President Xi, and those of his trade negotiators with their Chinese opposites, have produced nothing, or next to nothing. Certainly, Peking’s pledge of a year or so ago to buy more products from the United States, agricultural commodities in particular, are unlikely to be kept; partly as a result of China’s deepening economic crisis, and also because increasing tensions between the two superpowers disincline Xi to bolster Trump and America in any way.