NATURPAZ, un eslabón más en la lucha interminable de los cubanos por su libertad - La pregunta

La pregunta

La Seguridad del Estado me ofreció trabajo como agente en dos ocasiones. La primera vez, en el momento más crítico de Concilio Cubano: a finales de enero de 1996. Me arrestaron dos agentes que se hacían llamar Lucas y Luis Mariano, me vendaron los ojos y me obligaron a doblar el torso hasta que mi cabeza casi tocara mis rodillas.

Cuando me permitieron levantarme y me quitaron la venda de los ojos, estábamos frente a dos largas puertas que se abrieron desde dentro con un mecanismo eléctrico, revelando un gran patio, un garaje con varios Ladas y una bella mansión. Escuché que Luis Mariano decía en un walkie–talkie:

“Tengo la paloma. Repito. Tengo la paloma”.

“Coño, chico, ¿no pudieron nombrarme el halcón o el gavilán?”, dije en forma de burla, para disimular el miedo.

Me llevaron a un salón donde me esperaba un oficial de la Inteligencia que se presentó como el coronel Felipe. Era un hombre blanco, extremadamente pálido, que usaba unos espejuelos con gruesos cristales color verde botella. Felipe decía responder directamente al Comandante en Jefe.

“Te queremos pedir disculpas por el error de algunos compañeros con Naturpaz; pero eso fue un error de los hombres, Leonel, no de la Revolución”, me dijo. “Los Norteamericanos están usando Concilio Cubano para atacar a la Revolución, y eso no vamos a permitirlo. Vengo a transmitirte órdenes superiores. Si estás dispuesto a renunciar a Concilio y a participar en un programa de televisión explicando que fue una idea creada por el gobierno norteamericano, nosotros vamos a permitir Naturpaz. La organización va a ser legal, y tú vas a ser conocido como un agente nuestro infiltrado en ese negocio de la disidencia. Nosotros somos un sistema; mientras tú duermes, tenemos ochocientas personas trabajando para destruir Concilio Cubano. Esa idea no tiene futuro, pero Leonel el revolucionario, el joven militante de la UJC, el sobrino de Mario Almagro Rodríguez, mártir internacionalista caído en Angola, sí tiene un futuro en Cuba… ¿Cuál de tus dos hijos quieres más, Concilio Cubano o Naturpaz?”, me preguntó Felipe mirándome a los ojos.

Le respondí: 

“Los hijos se quieren por igual. Te agradezco las disculpas. Creo que es muy tarde para cambiar de rumbo. No voy a participar en ningún programa de televisión, porque yo tengo necesidad de mirarme en el espejo”.

Juraguá

La segunda ocasión fue en la prisión de Ariza, Cienfuegos, donde los prisioneros se inyectaban petróleo para ser trasladados a la enfermería y comer mejor, donde la comida era tan mala que para comérsela había que tenerle asco a la vida.

Una semana antes de la propuesta, el coronel Sobrepera de la Contrainteligencia Militar me sacó de la prisión con ropas civiles para darme un “regalo” por mi cumpleaños. Yo pensaba que iba a ser trasladado de vuelta a Villa Marista. Para mi sorpresa, me montaron en un carro japonés nuevo y me llevaron en una caravana a la Central Electronuclear de Juraguá.Allí, el Ingeniero Jefe del proyecto me dijo:

“Sobrepera me ha informado que usted es un ecologista que se opone a la construcción de nuestra central electronuclear, y lo ha invitado para que yo lo camine, le muestre la planta y le demuestre que este es un proyecto seguro y necesario para Cuba”.

Al finalizar el circo, le volví a repetir mi oposición a la construcción de la planta electronuclear. También les dije que era una pena que no hubieran invitado a la prensa y a la televisión nacional para documentar mi visita, en lo que podía ser considerado el primer diálogo entre el gobierno cubano y la oposición. Insté al coronel a abrir las puertas al debate público sobre la utilidad de la planta y sus riesgos.

Sobrepera balbuceó:

“Pudiéramos invitar a los fotógrafos para que nos tiren una foto y tomen algunos videos de tu visita, y yo voy a tramitar tu solicitud al comando central. Deberíamos abrir una botella de vino para celebrar este inicio de diálogo, pero seguro no vas a tomar con nosotros por miedo a tus amigos de Miami”.

“Yo soy un opositor pacífico y tengo las manos limpias de sangre”, le dije. “Cuando me opongo a la construcción de esta planta electronuclear lo hago para ayudar a tus hijos, Sobrepera. Abre la botella y tira las fotos”.

Una semana después, el agente Pepín, quien decía ser parte del Grupo de Apoyo al Comandante en Jefe, me visitó en Ariza con una propuesta similar a la de Felipe. La rechacé diciéndole:

“Hay mucha suciedad que limpiar en Cuba, y Fidel es un jabón gastado. El país necesita nuevos líderes. Tú me caes bien Pepín, deberías postularte para la Asamblea Nacional. A lo mejor voto por ti”.

Pepín no pudo disimular su molestia.

“Fidel es la única persona en el mundo por la que yo me alejo de mis hijos y mi esposa. Estoy dispuesto a morirme por Fidel”, me dijo. “Piensa en tu familia. Piensa sobre todo en la salud y la seguridad de tu hija y tu familia”.

Sentí una punzada helada en el estómago. Recordé uno de los momentos más terribles de mi encierro en Villa Marista, cuando el mayor Soroa me sacó de la tapiada para informarme que mi hija Leiris estaba muy grave en una cama de hospital, por haberse bebido accidentalmente una botella de salfumán. Mi familia me aclaró que fue un trágico accidente, pero la primera imagen que me vino a la cabeza…

Pepín habló de futuros actos terroristas que iban a tener lugar en Cuba. Ese fue el único punto en que acepté colaborar.

“En caso de saber de un acto terrorista que va a ser cometido, te voy a llamar para informarte”, le dije. “Yo también estoy en contra del terrorismo”.

A mi salida de prisión, Pepín me arrestó en Pogolotti, Marianao, para quitarme la segunda carta dirigida a Fidel Castro con la que insistíamos en la celebración de Concilio Cubano.

“Oye, yo creo que teníamos un acuerdo. Tú ibas a consultarme antes de hacer algo. Esa carta dirigida al comandante no está autorizada”.

“La carta no es un acto terrorista, es una acción opositora no violenta”, riposté. “Yo soy un opositor pacifico”.

“Es una pena que no aceptaras cooperar. Yo pensé que tú eras más inteligente. Hasta los americanos consultan con nosotros. Tú puedes llegar lejos si nos consultas, hay otros que consultan y les dejamos hacer algunas cosas. Es mejor un buen arreglo que una mala pelea. Te estoy protegiendo de algunos de mis compañeros, que quieren matarte”.

“El que por su gusto muere, la muerte le sabe a gloria”, le dije y le di una palmadita en la espalda.

Detuvieron a mi esposa, la llevaron a 100 y Aldabó y la instruyeron de cargos —todos fabricados, sórdidos inventos— por asesinar a una anciana, vender narcóticos (cocaína) y falsificar avales. Pepín me dijo: “Presenta tu salida del país en la Oficina de Intereses, y la sacamos”.

Luego me llevaron detenido a mí, y le dijeron a mi esposa:

“Carlos Alberto Montaner le envió a Leonel un poderoso explosivo en polvo para volar la torre de televisión de Santiago de Cuba. Tenemos el explosivo, y esto es 30 años o pena de muerte. Quizás se pueda evitar el juicio si presenta su salida en la Oficina de Intereses”.

El asesinato de un árbol

A partir de septiembre de 1998, Naturpaz emprendió una fuerte campaña en contra de la construcción del Aeropuerto Internacional de Cayo Coco, y exigió contabilidad pública del ritmo constructivo invasivo para los delicados ecosistemas de los cayos del archipiélago. El gobierno ignoró todas nuestras peticiones.

El Aeropuerto Internacional de Cayo Coco no solo es una abominación ecológica: también es una aberración legal. El Artículo 27 de la Ley Forestal 85/98 aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular, estableció un régimen especial para los bosques de los cayos, porque estos mantienen un hábitat favorable para la reproducción y el desarrollo de fauna silvestre endémica; La construcción del aeropuerto era imposible sin derribar parte de la riqueza arbórea de Cayo Coco.

Además, el Artículo 27 de la Ley del Medio Ambiente 81/97 sobre la Evaluación del Impacto Ambiental, y el Artículo 28, establecieron que era obligatorio someter a la consideración del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente aquellas obras que se construyan en ecosistemas frágiles, o que alteren significativamente los ecosistemas, incluyendo aeropuertos.

Una investigación llevada a cabo por Naturpaz, descubrió que no existió evaluación de impacto ambiental. Miriam Arcia, especialista del Centro de Inspección y Control Ambiental del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, me lo comunicó personalmente en 1999: lo que se había otorgado era una licencia para una investigación topográfica a favor del Instituto de Aeronáutica Civil Cubana.

La ley establece la obligación de la Licencia Ambiental y la Evaluación de Impacto como procedimientos previos ineludibles para comenzar la construcción de un aeropuerto en Cuba. Naturpaz quiso leer ambos documentos, algo a lo que teníamos derecho según la propia asesora jurídica de Política Ambiental del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Pero en nuestra investigación en el Centro de Información, Gestión y Educación Ambiental, dirigido por el Doctor Jorge Mario García, y en el Centro de Inspección y Control Ambiental, dirigido por la Doctora Silvia Álvarez Rosell, no pudimos encontrar la información de la Evaluación de Impacto, pues no existía la Licencia Ambiental.

El aeropuerto de Cayo Coco se construyó por obra y gracia de Fidel Castro, violando la Ley Forestal 85/98 y la Ley de Medio-Ambiente 81/97. En lacaya complicidad: el Presidente del Consejo de Estado, Ricardo Alarcón de Quesada; la Ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Rosa Elena Simeón; y el Consejo de Gobierno del Tribunal Supremo de la República, que se negó a encausar criminalmente a los funcionarios que, violando la Constitución Cubana, se negaron a responder las peticiones de los ciudadanos cubanos representados en la demanda legal interpuesta por Naturpaz ante el Tribunal Supremo; demanda que solicitaba un proceso criminal para los mencionados funcionarios públicos: Fidel Castro, Ricardo Alarcón y Rosa Elena Simeón.

Naturpaz también solicitó al Tribunal Supremo la suspensión de toda posible obra, estudio o proyecto que pretendiera construir un aeropuerto internacional en Cayo Coco, o en cualquier otro Cayo; la aplicación de una sanción monetaria a las compañías responsables de tales inversiones, para reparar los daños causados a la zona; y el congelamiento al desarrollo de construcciones.

Cuando el Tribunal Supremo se negó a obedecer la ley cubana, Naturpaz convocó a todos los habaneros a una manifestación pública de protesta. La cita fue bajo la sombra de la caoba en el Parque Lenin. Habían transcurrido trece años y el árbol se erguía vigoroso, exhibiendo sus curujeyes y numerosos nidos.

La policía me arrestó a dos cuadras de mi casa, junto a otras cinco personas que me acompañaban, y fui conducido a 100 y Aldabó. El gobierno movilizó a los trabajadores del Parque Lenin para improvisar una fiesta en las cercanías de la caoba, mientras los agentes expulsaban del área y arrestaban a todos los activistas y periodistas. Al día siguiente, aplicaron un potente químico y mataron el árbol.

Perpetuum mobile

Naturpaz sobrevivió a mi exilio. El reverendo Pedro Crespo Jiménez fue el primer presidente de la agrupación eco-pacifista en continuar su mensaje opositor. Entre los que ocuparon la presidencia del grupo, se destacaron Osmany García Ballart y Rolando Luis Ramírez Cabrera.

Debido a las condiciones sui generis del totalitarismo cubano, donde no existe el derecho a ejercer un pacifismo independiente a la ideología oficialista, este activismo difiere de los tradicionales roles reservados a los grupos pacifistas y ecologistas en las democracias modernas. En un país donde no se puede protestar por una guerra o por una decisión gubernamental que pudiera afectar al medio ambiente, Naturpaz ha ajustado gran parte de su activismo para participar en el movimiento opositor en general, exigiendo el derecho a tener derechos y a construir una democracia inclusiva para todos los cubanos.

Por 35 largos años, Naturpaz ha exigido un derecho elemental: el derecho a existir.

Las ideas justas y necesarias engendran luz en un perpetuum mobile. Fidel Castro y la Seguridad del Estado cubano creyeron que matando la caoba asesinarían la idea que sembró el árbol. Fracasaron. Naturpaz continuó y continuará.  

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