NATURPAZ, un eslabón más en la lucha interminable de los cubanos por su libertad - La paz según Fidel

La paz según Fidel

El segundo “Caldo por la Paz” tuvo lugar en la Casa de Cultura de Alamar, donde se expuso y celebró la obra del escultor y poeta cubano Manuel Cruz Duarte, e invitamos a participar al Grupo Quijote. Los éxitos de estas actividades no hacían pensar que la existencia de Naturpaz supusiera un peligro para la seguridad del Estado cubano.

¿Cómo iba a ser Naturpaz un peligro para el Estado, cuando yo había leído la carta al Congreso Norteamericano en una reunión en el Comité de Zonas de los CDR, en el reparto Rosario, donde la gente ovacionó y todos firmaron, incluyendo los cuadros del Partido Comunista?

Los problemas empezaron con el arresto de Daniel Valdés, cuando recogía firmas en la calle. Se lo llevaron para la Unidad de Policía de Mantilla y le quitaron las firmas. En una reunión en el Patio del Morro, Daniel contó los pormenores de su arresto a todo el grupo, y se acordó pedir autorización a las autoridades para la recogida de firmas.

Luego, la Seguridad del Estado comenzó a visitar las casas de los miembros de Naturpaz para intimidarlos y decir que yo era un loco, un diversionista ideológico y un agente de la CIA.

El actor y miembro de Naturpaz, Manuel Oña —conocido por su trabajo en películas como Chico y Rita, Los dioses rotosy Malas Temporadas—, me había preparado un magnifico guion para una velada cultural en la Casa del Joven Creador, en Habana Vieja. Una velada que jamás tuvo lugar, pues Roberto Robaina y Carlos Lage ya habían ordenado la destrucción del grupo.

Me personé en la sede del Departamento de la Seguridad del Estado, en Villa Marista, y pedí una entrevista. Deposité una copia de la carta encima del buró de mi entrevistador:

“Ayer un coronel del Ejército firmó esta carta mientras hacía la cola para comer helado en el Coppelia. Yo soy comunista. Mi tío Mario Almagro Rodríguez es un mártir internacionalista, perdió su vida luchando en Angola. ¿Cuál es el problema?”, pregunté.

El oficial no leyó la carta. Estiró la mano y apartó el paquete de más de tres mil firmas con una mezcla de repulsión e incredulidad:

“Yo no leo documentos contrarrevolucionarios. Regresa con un cuño de una organización política, o de masas, y yo te firmo la carta”, me dijo mirándome a los ojos.

En busca del apoyo de la UJC, me dirigí al Buro Nacional Ideológico. Allí me entrevisté con Raúl Castellanos Lage, primo hermano de Carlos Lage. Raúl Castellanos nos negó toda posibilidad de apoyo; dijo que en Cuba la política de paz era la AKM y la Zona de Defensa, y que el único autorizado para hablar de la paz era Fidel Castro Ruz.

Volví al día siguiente con una larga carta que rechazaba su postura apocalíptica y esgrimía la importancia del diálogo y la tolerancia para resolver los conflictos, el uso de la cultura y la palabra como fuente de cambio. En dicha carta, le preguntaba si al ser nuestra única alternativa de política de paz la AK-47 y la Zona de Defensa, los jóvenes cubanos no estábamos haciendo un pacto con la muerte y no con la vida.

Lástima que Roberto Robaina, Raúl Castellanos y su primo Carlos Lage, no tuvieran una bola de cristal para adivinar el futuro. Ni la agudeza mental para descifrar un axioma universal: cooperar con los verdugos de la libertad es ayudar a asesinar la libertad propia. Los tres fueron defenestrados por los Castro, años después.

Por su parte, Mirtha Arocha Martínez, presidenta del Movimiento por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, también nos amenazó en 1986. Y a finales de ese mismo año, una reunión con el experto en Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Cuba, Humberto Cueto, marcó el inicio del fin de la primera etapa de Naturpaz, y provocó que un movimiento ecologista y pacifista se transformara en ilegal y disidente.

Como presidente de Naturpaz, yo había solicitado a la UJC una conferencia donde nos ilustraran en las “formas y medios de luchar por la paz” para obtener el famoso “cuño” exigido por el oficial en Villa Marista. La UJC escogió la hora y el lugar. En dicho encuentro, el señor Cueto no solo nos ratificó que en Cuba el único autorizado para hablar de paz era el compañero Fidel, y que la mejor estrategia era la AKM y la Zona de Defensa, sino que también me acusó de agente de la CIA y “divisionista ideológico” en frente de todos los miembros.

La prueba más contundente para demostrar que yo era un agente de la CIA, era mi tendenciosa redacción del Artículo Tercero de los estatutos: “Naturpaz es una agrupación independiente, aunque tenga vínculos de coordinación con la UJC y la Academia de Ciencias de Cuba”. Cada vez que Cueto pronunciaba la palabra “independiente”, era como si un puñal caliente le estuviera atravesando el corazón.

La prueba de que yo era “divisionista ideológico”, fue que había contactado a la Iglesia Católica Cubana: la presencia de los sacerdotes jesuitas de Los Pasionistas de la Víbora en el “Caldo por la Paz” en la Casa de Cultura de Diez de Octubre.

Esta reunión tuvo lugar en una sala de conferencias dentro de la casona de F y 15, en el Vedado. Además de Humberto Cueto, por la UJC estaban Roberto Robaina, Ruperto Herrera, Oscar García y Alfredo Palomares, entre otros. En nuestro lado de la mesa estaban Ada Elba Pérez, Oscar González Guilarte, Manuel Cruz Duarte, Daniel Valdés, Juan José López Díaz, Tony Sarriego, Grisel Fernández, Antonio Zamora, quien escribe estas líneas y otros cuyos nombres escapan mi memoria.

Cueto no solo desestimó la viabilidad de Naturpaz como asociación eco-pacifista en Cuba: criticó la ideología ecologista y pacifista a nivel mundial como una idea de locos, hippies y drogadictos. Yo me opuse a tales definiciones, en un debate vehemente. Todavía hoy, treinta y cinco años después, recuerdo que en los ojos de algunos de mis adversarios había una sombra de simpatía y entendimiento; pero el miedo fue más poderoso que la razón, la lógica o la verdad.

Es el mismo miedo que aún hoy incapacita a lo mejor de la sociedad cubana para debatir con decoro los argumentos de la oposición y el exilio. El mismo miedo que en aquel debate en la sede de la UJC, en 1986, inmovilizó incluso a los miembros de mi propia agrupación.

Recuerdo que cuando atacaron mi acercamiento a la Iglesia Católica, mi respuesta fue defenderme con ese Artículo Tercero de los estatutos que tanto odiaban. Les expliqué: Naturpaz es una asociación independiente, y como independiente, invitó a la UJC y a la Iglesia Católica a los “Caldos por La Paz”.

“La Iglesia Católica cubana apoyó a Naturpaz. Ustedes no solo no asistieron, sino que hoy nos tildan de locos y drogadictos. Bertrand Russell y Albert Einstein fueron pacifistas: esos son los hombres que nos inspiran”, le dije a Cueto.

Acto seguido me preguntaron qué pensaba yo de Andréi Sájarov, científico y disidente soviético, y les respondí que en mi opinión era un hombre magnífico, que servía con su obra y sus ideas a la humanidad. Esto causó suspiros de reproche y consternación al otro lado de la mesa.

“¿Qué opinas de los misiles nucleares soviéticos?”, me preguntó Cueto.

“Los misiles nucleares soviéticos, al igual que los norteamericanos, son injustificables y malos para la humanidad”, le respondí.

El funcionario del Partido informó a los presentes que los misiles nucleares soviéticos tenían una “filosofía política”, y que mi análisis era un peligro para la defensa de la paz por parte del bloque socialista:

“El problema de Leonel es su ingenua o intencionada respuesta romántica al problema filosófico detrás de los cohetes. Su alejamiento de la necesaria concepción dialéctica e histórica en el enfrentamiento ideológico al capitalismo. En particular al imperialismo norteamericano. Los cohetes nucleares soviéticos tienen que ser valorados como armas defensivas, porque defienden la paz y el socialismo mundial. Los cohetes nucleares norteamericanos deben ser valorados como armas ofensivas en su política imperialista mundial”.

A esa altura del debate, Ada Elba Pérez me había mandado un papelito por debajo de la mesa. Decía:

“Por favor no insistas, nuestra posición es insostenible”.

Era evidente: un puente invisible se había cruzado. Me guardé en el bolsillo el papelito de la adorable Ada Elba, me levanté y le dije al “compañero”, a voz de cuello:

“El que está equivocado es usted; ¡y el Partido Comunista! Los misiles no son un problema filosófico. Los misiles son un problema de vida o muerte. Las armas nucleares no tienen filosofías. Las armas nucleares no tienen ideologías. Los misiles nucleares norteamericanos y soviéticos no son un problema filosófico, son un problema para la supervivencia del planeta y su humanidad… Cueto, para hacer filosofía hay que estar vivo. La filosofía no vive en el abismo. Los grandes filósofos, desde Pitágoras, Platón y Aristóteles, hasta Hegel, Engels y Marx, tuvieron que nacer del vientre de una madre antes de hacer filosofía. Los misiles SS soviéticos son tan malos como los Pershings, los Tridents o los Mx para la humanidad, porque el día que salgan de sus silos se acabaron las filosofías. Las filosofías no pueden sobrevivir a un planeta muerto. Filosofar la existencia de las armas nucleares bajo cualquier pretexto es justificar y garantizar su eventual uso”.

En los primeros meses de 1987, en una reunión en casa de Antonio Sarriego, en el reparto Los Pinos, la Coordinadora Nacional Ada Elba Pérez pidió al ejecutivo cancelar todas las actividades de Naturpaz. Todos los miembros del grupo habían sido visitados y amenazados con funestas consecuencias laborales y penales. La UJC estaba circulando por todas las provincias un video que alertaba de nuevas “tendencias “divisionistas” y “maniobras imperialistas”. Naturpaz ocupaba la mayor parte de los ataques de ese video. El miedo triunfó sobre el amor a la paz y a la naturaleza.

Días después de la reunión de Los Pinos, en mi primera entrevista en Villa Marista ocurrió, el capitán Durán me confesó que ellos sabían de mis buenas intenciones, pero que “de buenas intenciones estaba empedrado el camino del infierno”:

“Nosotros no podemos permitir un grupo independiente, tenga las intenciones que tenga”, me confirmó. “Te vamos a dejar continuar los estudios de Derecho, pero tienes que firmar este compromiso a suspender las actividades de Naturpaz”.

Firmé el documento con la idea de graduarme de abogado, reactivar Naturpaz y combatir el sistema desde dentro. El joven comunista había muerto. El disidente nació en Villa Marista y en F y 15, en la sede de la UJC.

De una forma más académica, mantuve viva a Naturpaz el resto de mis años de estudiante. Los villanos de Villa se hicieron de la vista gorda en varias ocasiones, y me dejaron violar “el compromiso”.

En 1989 impartí una conferencia en la sede de la Sociedad de Artistas y Artesanos de Cuba, en los bajos del teatro Mariana Grajales de la Víbora, con el título: “El internacionalismo proletario cubano y los conflictos regionales en África”. Allí afirmé públicamente que enviar tropas al continente africano fue un error político, con un costo humano, económico y ecológico injustificado. Por su parte, Juan José López Díaz, distinguido miembro de Naturpaz, impartió una ponencia sobre las técnicas fraudulentas que se usaron para promover la participación de la juventud cubana en la Guerra de Angola.

Mi conferencia saldaba una deuda que tenía con mi querido tío materno Mario Almagro Rodríguez, y fue tan pequeña que sobró cake en un país donde el cake es un lujo. Quizás pasó inadvertida a los órganos de inteligencia, o me la dejaron pasar.

Dos años después, en 1991, el exilio de Mengistu Haile Mariam en Zimbabue fue una validación histórica de mis argumentos en aquella conferencia. Mengistu, quien permanece acusado de genocidio en su país, fue condecorado por su admirador y amigo Fidel Castro Ruz con la orden José Martí, el mayor honor otorgado por la República de Cuba. Una de las mayores infamias cometidas por Fidel al legado y la memoria del Apóstol. Por supuesto, los genocidas se ayudan unos a otros y tratan de cubrir sus fetideces usurpando la herencia de los verdaderos hijos de la luz.

Ese mismo año, 1991, fui detenido cuando traté de protestar frente a la sede de la Unesco en La Habana, por los daños ecológicos causados por Sadam Hussein al invadir Kuwait. El oficial que me arrestó, me dijo: “Entendemos tu frustración, pero no podemos permitir que te expreses de esa forma”.

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