Naturpaz y Concilio Cubano
Después de graduarme en la Universidad de La Habana, Naturpaz cedió terreno al fervor con que ejercí el Derecho Penal como abogado agramontista. Un destello de luz al que brindé todo mi esfuerzo, inspirado por los colegas penalistas Dr. René de Jesús Gómez Manzano y Dr. Jesús Faisell Iglesias.
A inicios de 1995, Naturpaz abre su segunda etapa con la Declaración del Río Almendares, en una conferencia que ofrecí en las orillas del río. La Declaración del Río Almendares ratificó la aspiración de Naturpaz de trabajar por el desarrollo sostenido del medio ambiente en Cuba, proteger los recursos naturales y promover una cultura ecológica integral con la base económica de la nación. Se insistió en la necesidad del respeto a las leyes ambientales, y se solicitó el saneamiento del río Almendares y la bahía de La Habana. Además, se instó al gobierno cubano a incrementar el presupuesto nacional en gastos de infraestructura en la preservación de las cuencas hidráulicas, acueductos, alcantarillados y reciclaje de aguas residuales.
Al año siguiente, en el cuarto aniversario de la Declaración de Río, Naturpaz ofreció una conferencia-debate en La Habana, y una de las propuestas sobre cómo hallar recursos dentro del presupuesto nacional para los fines de la Declaración del Río Almendares, fue descontinuar el Servicio Militar, desmantelar el ejército, vender todo el armamento y convertir las instalaciones militares en fábricas con objetivos civiles.
El 10 octubre de 1995 se publicó la convocatoria a Concilio Cubano en el periódico El Nuevo Herald de Miami. Naturpaz estuvo entre los primeros 150 firmantes y convocantes al evento. El 10 de febrero de 1996 fui electo como Delegado Nacional de Concilio Cubano, representando a Naturpaz, por voto directo y secreto del Consejo Coordinador Nacional.
El evento se proponía crear un consenso para una propuesta alternativa básica al Partido Comunista. El grupo gestor, los patrocinadores y promotores, firmaron una carta dirigida al Fidel Castro Ruz, en la que exigían que se le permitiera al pueblo cubano diferir pacíficamente de su doctrina política y económica en un evento público que tendría lugar en La Habana entre el 24 y el 27 de febrero de 1996. La convocatoria era abierta a todos los cubanos de la diáspora. El Nuevo Herald publicó una foto del grupo gestor de Concilio Cubano.
Gerardo Hernández Nordelo, director de una red de espías del gobierno cubano en los Estados Unidos, vio esa foto y reconoció de inmediato a su antiguo compañero de escuela y vecino de barrio.
Yo soy de Rosario; Gerardo Hernández vivía en Alcázar. Los dos repartos están divididos por la Calzada de Bejucal. Gerardo y yo fuimos a la misma escuela primaria, Cesáreo Fernández Díaz, en el reparto Capri. También estuvimos juntos en la secundaria Máximo Gómez, de Arroyo Naranjo. Nos separamos en el preuniversitario: yo me fui al Cepero Bonilla; a Gerardo lo perdí de vista. La gente del barrio decía que era hijo de un “mayimbe”, parte de esa élite burguesa dentro de los comunistas del gobierno que practican el credo “algunos son más iguales que otros”.
Luego del preuniversitario, me crucé una vez con él en la Calzada de Bejucal. Me comentó que estudiaba Relaciones Internacionales en el Instituto Raúl Roa; yo le dije que estaba estudiando Derecho en La Universidad de La Habana.
No supe más de Gerardo hasta el año 2000. Recibí una llamada del coordinador de refugiados en Lansing, Michigan, quien me avisaba que dos agentes del FBI querían entrevistarme. Reconocí su rostro. Estaba cambiado, la calvicie me hizo dudar por un instante, pero ese era mi vecino y compañero de escuela. Le dije al agente: “Yo conozco a ese hombre, ese es Gerardo”.
El FBI me permitió leer varias páginas de las comunicaciones entre Gerardo Hernández Nordelo, su grupo y su comando de la contrainteligencia en Cuba. En esas comunicaciones, Gerardo no trataba de proteger a Cuba de ataques terroristas, y mucho menos proteger a los Estados Unidos. En las páginas que leí, Gerardo conspiraba para derribar dos aviones en aguas internacionales en el Estrecho de la Florida, infiltrar una agrupación eco-pacifista y destruirla, y liquidar la amenaza de Concilio Cubano.
Descubrir la conspiración del jefe de la Red Avispa para destruir Naturpaz, me reveló los reales motivos de la insólita respuesta del Ministerio de Justicia, en 1996, a nuestra solicitud de legalización interpuesta ante la funcionaria Marta Mena en 1986. El Ministerio de Justicia negaba la solicitud alegando que existía una asociación con similares fines. ¡Les tomó diez años fabricar una mentira!
Gerardo envió a sus superiores en Cuba el nombre de un joven poeta del reparto como el candidato perfecto para infiltrar a Naturpaz, porque yo era “un comemierda a quien le gustaba las poesías”. Explicó en sus mensajes que había visto mi foto en un periódico en Miami, y se ofreció para desarticular mi intento de unir a la oposición en Concilio Cubano. Habló muchas cosas más acerca de nuestra relación personal, incluso de una novia que ambos tuvimos en común.
El FBI también me mostró las comunicaciones donde felicitaban a Gerardo y le daban un ascenso por su “triunfo” en la destrucción de Concilio Cubano, el derribo de dos aviones civiles y el asesinato de Mario Manuel de la Peña, Carlos Costa, Pablo Morales y Armando Alejandre, cuando ya yo estaba preso.
La perfidia de Gerardo y su red de infiltrados en contra del movimiento opositor cubano no violento, su trabajo para destruir Concilio Cubano, me helaron la sangre en las venas. Sus patrañas inspiradas para destruir al compañero de escuela, al vecino del barrio, me dejaron sin aliento. Gerardo me describía así a sus superiores: “sentado en la esquina de Calzada de Bejucal y Calle Primera, hablando mierda y leyendo poesías”.
“Leyendo poesías”. No tratando de comprar dinamita, rifles y granadas. Gerardo me recordaba “leyendo poesías”.
El FBI me pidió mi testimonio acerca de la naturaleza pacifista de Naturpaz, y del carácter civilista de Concilio Cubano, porque los Cinco ahora estaban diciendo que ellos espiaban a “terroristas.” Uno de los agentes me dijo: “Ahora te puedes vengar”.
No respondí de inmediato. Regresé a mi apartamento en Lansing y medité sobre la gravedad de participar en el juicio a Gerardo Hernández Nordelo. Mi vida no iba a ser la misma. Mi madre y gran parte de mi familia, mis mejores amigos, aún viven en Cuba. La venganza no jugó un papel en mi decisión. Gerardo me daba lástima, porque ambos de alguna manera éramos víctimas de la tóxica doctrina política de los Castro, basada en separar a los cubanos por estar a favor o en contra de ellos.
Sin embargo, no participar en el juicio cementaría la falacia de que la Red Avispa luchaba contra el terrorismo. Como consecuencia, Armando Alejandre, Mario Manuel de la Peña, Pablo Morales y Carlos Costa serían considerados terroristas. Pensé en las familias de estos cuatro hombres. Concluí que mi deber era con la familia de los muertos, y no con la memoria del Gerardo de mi infancia.
Mi participación en el juicio de los Cinco fue solamente para ratificar el carácter pacifista y democrático de Naturpaz y Concilio Cubano. Una agrupación y un evento que fueron largamente saboteados por Gerardo al frente de la Red Avispa.
He leído artículos de periodistas cubanos y extranjeros, y hasta de artistas de Hollywood, que repiten las mentiras de Gerardo Hernández Nordelo y sus cuatro bandidos, glorificando una ignominia. En los periódicos Granma, Trabajadoresy Juventud Rebelde, me han acusado de terrorista. El periodista de Trabajadores Rafael Hojas Martínez, en un artículo publicado el 25 de enero de 2008, titulado “Los excluibles”, incluía mi nombre en una lista de “connotados criminales de origen cubano, que por más de cuatro de décadas han sembrado el luto y el dolor de las familias cubanas”. El periodista Lázaro Barredo Medina, en un artículo publicado el 22 de febrero de 2016 en la revista Bohemia, me llamaba con el mismo apodo usado por Gerardo Hernández Nordelo para describirme: “el prócer”.
Reto a Gerardo Hernández Nordelo, a sus cómplices y a todos los periodistas cubanos, a que muestren al pueblo cubano las pruebas de que yo soy un terrorista.
En aras de la verdad y la trasparencia, voy a ayudarlos:
Pudieran comenzar investigando en la primera ciudad en que viví luego de mi arribo a los Estados Unidos. Investiguen mis actos terroristas en Lansing, capital de Michigan, donde residí desde el invierno de 1999 hasta el verano del 2005. Pudieran preguntarles a los miembros de La Logia Masónica Okemos 252 situada en 2175 Hamilton Rd, Okemos, MI 48864, donde obtuve el grado de Maestro Masón.
Interroguen al Reverendo C. Peter Dougherty, en 1516 Jerome St. Lansing, MI 48912-2220, fundador del Michigan Peace Team, del cual fui miembro. Investiguen acerca de mi participación en la marcha en protesta por la batalla de Fallujah, evento que fue reportado en el periódico Lansing State Journal debido al enfrentamiento no-violento que sostuvimos con la policía. Quizás debieran preguntarles a algunos de los otros “terroristas” que compartieron esta foto frente al Capitolio en Lansing. No recuerdo el día exacto de esa mañana fría (la primera protesta en la que participé fue el 20 de marzo del 2003, y continúe hasta el verano de 2005). Yo soy el que sostiene el cartel que dice “Earth to Bush: No War”.
Otra organización estadounidense a la que pertenezco es el Southern Poverty Law Center (SPLC), un centro fundado por el abogado Morris Dees cuya misión es ayudar a los pobres y a las minorías en sus demandas legales, y denunciar la actividad de los grupos promotores de odio, violencia y terrorismo doméstico en la sociedad norteamericana. Soy miembro del SPLC desde 2004, y recibí el honor de que mi nombre fuera cincelado en el Muro por la Tolerancia.
También desde 2004, soy miembro de la American Civil Liberties Union, que se dedica a defender los derechos constitucionales de los ciudadanos norteamericanos, especialmente de grupos minoritarios como los homosexuales, lesbianas, transexuales, hispanos y negros.
En 2015 fui miembro, como estudiante de Derecho, de la Sección de Derecho Ambiental y Recursos Naturales de la American Bar Association.
En Michigan trabajé en la fábrica Trumark Inc. como operador de prensa, desde octubre de 1999 hasta el año 2001. Mi turno comenzaba a las once de la noche y terminaba a las siete de la mañana. Al terminar el trabajo llegaba a mi casa, me daba una ducha, llevaba a mi hijo a la señora cubana que lo cuidaba, y me iba a estudiar inglés a una escuela pública. Entre 2002 y 2004 trabajé como panadero en la Bake & Cake en Kalamazo Street, mientras estudiaba en el Colegio Comunitario de Lansing para obtener un título de Negocios con una especialidad en Derecho. También repartí periódicos y limpié baños.
Terminé la mayoría de los créditos para mi diploma en 2005. En el verano de ese año me mudé con mi familia a La Florida. Trabajé cinco años en la fábrica de aviones Piper Inc. Recibí el diploma del Colegio Comunitario de Lansing en mayo de 2010, cuando logré terminar los créditos de Matemáticas en Indian River State College, Florida. Desde el año 2012 trabajo como Asistente Legal en la sección de delitos graves para Alan D. Hunt, Abogado Principal en la Oficina del Defensor Público en el Tribunal de Vero Beach.
Este es un resumen de mi vida como "terrorista" en los Estados Unidos.