- El Presidente Roosevelt sabía que los soviéticos eran los responsables de la masacre de Katyn
- Los aliados conocieron y ocultaron el salvaje canibalismo practicado por los japoneses a finales de la II Guerra Mundial
- Los aliados aceptaron y ocultaron las violaciones en masa por parte del Ejército Soviético durante su avance a través de Polonia y Alemania
Madrid/Varsovia/Washington, Sept. 13 (DP.net).─ En los últimos días se han revelado por separado y casi simultáneamente una serie de atrocidades encubiertas desde la II Guerra Mundial pese a tratarse de espantosos crímenes de guerra.
Sobresalen entre los graves acontecimientos el hecho de que los Estados Unidos sabían desde 1940 que Stalin y las autoridades de ocupación después de la invasión Soviética de Polonia habían asesinado en masa a más de 22.000 polacos en el bosque de Katyn (foto), pero optaron por ocultarlo al convertirse Stalin en aliado después que los nazis iniciaran hostilidades contra los soviéticos en 1941. El hecho de que los soviéticos y los nazis invadieron Polonia y acordaron repartirse el país mediante el Pacto Ribbentrop-Molotov, fue también pasado por alto por los aliados y el Presidente Roosevelt no tuvo reparo en permitir que los soviéticos se adueñaran de una extensa porción de Polonia después de la guerra y ocuparan el resto, pese a que los polacos habían sido fieles aliados contra los nazis.
Los soviéticos aprovecharon ese mismo implícito conformismo para invadir y anexarse también los países del Báltico: Estonia, Letonia y Lituania. No sería hasta 1990, poco antes de disolverse la Unión Soviética, que las autoridades de Moscú reconocieron su responsabilidad por las matanzas de Katyn y permitieron a regañadientes la independencia de los países del Báltico.
Otros hechos repugnantes han sido descubiertos en el teatro bélico del Pacífico por el historiador Antony Beevor, quien ha publicado ya varias obras relacionadas con esta guerra, en un libro que publicará en breve la Editorial Pasado y Presente, traducido al español y titulado "La II Guerra Mundial", en el que narra los diversos episodios de canibalismo cometidos por los japoneses en los últimos meses del conflicto, durante los cuales, bloquados por la Armada estadounidense y australiana, utilizaban a los prisioneros de guerra como una especie de "ganado humano" como parte de "una estrategia militar sistemática y organizada", según el autor. Las autoridades aliadas optaron por ocultar el hecho, que ahora ha descubierto el autor revisando los documentos desclasificados recientemente por el Archivo Nacional de EEUU.
En otra historia titulada "Némesis. La derrota de Japón 1944-45", de Max Hasting, ya se había señalado que los relatos de las atrocidades sufridas por muchos prisioneros a manos de los japoneses habían sido censurados para evitar una oleada de venganzas y de odio. Beevor también describe muchas otras crueldades contra los prisioneros como vivisecciones sin anestesia, palizas mortales, ejecuciones a bayonetazos, etc.
Entre las muchas otras atrocidades que eran encubiertas y se mantuvieron ocultas por muchos años después del final de la guerra, fue la práctica sistemática de violaciones de mujeres en masa por parte del ejército soviético en su avance por Polonia y Alemania.
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