Según nuestras creencias filosóficas o religiosas, podemos asumir una posición en contra del aborto, pero justificarlo en determinados casos y limitarlo según las circunstancias. Desde el punto de vista de las libertades democráticas, este controversial debate está abierto a múltiples consideraciones, no sólo de orden religioso o filosófico, sino también desde la óptica científica, sociológica, económica, cultural, etc, así como su aplicación en materia de derechos humanos.
No obstante, estos debates y controversias suelen eludir el problema más lamentable, que es cuando el aborto se convierte en un negocio o cuando se realiza por la simple conveniencia de evitar una responsabilidad.
En los negocios suele no haber otra ética que la de los que buscan en ellos la riqueza y el bienestar, en cuya búsqueda se puede seguir un curso benévolo, productivo y honesto, pero se puede alcanzar en muchos casos altos grados de crueldad, sobre todo cuando hay leyes permisivas que dejan el camino abierto a prácticas que se mantienen en la sombra para edulcorar con blandas justificaciones la terrible realidad de lo que se está haciendo.
Por eso mencionaré algunos hechos concretos que dejaré al juicio de los lectores.
Uno de estos hechos es el tráfico de órganos procedentes de niños abortados. Estos órganos, para ser viables, tienen que ser extraídos de niños vivos. En algunos países la ley permite "aprovechar" estos órganos "para salvar vidas" si son extraídos de fetos "no viables", es decir, que al nacer no puedan sobrevivir. En cumplimiento de la ley, el abortista tiene mucho cuidado de que el niño no nazca para extraer sus órganos antes de que "viva". Por tanto, manipulan el aborto para que salgan sólo las piernas y el torso, pero no la cabeza, y proceden a extraer los órganos de un feto, mediante un procedimiento que se ha visto en numerosos videos mientras el cuerpo del niño se agita de dolor. Finalmente concluye el aborto, el feto ya está muerto ("nace" muerto) , y por tanto se hizo el procedimiento de conformidad con la ley.
Cuando este tipo de abortos no incluye la extracción de órganos al niño antes de nacer, se le llama "aborto por nacimiento parcial" y se realiza cuando existe la posibilidad de que el bebé sobreviva el aborto por el avanzado estado de gestación. Luego el propósito es evitar que sobreviva. Se emplea la misma técnica de extraer al niño no nacido por los pies. Mientras la cabeza del bebé aún se encuentra en el útero –y por tanto, técnicamente, aún "no ha nacido"–, el médico abortista realiza una incisión con unas tijeras en la nuca, la abre para agrandar el agujero y le inserta una aspiradora que extrae la masa cerebral del niño hasta que éste muere. Esta técnica es especialmente brutal cuando se realiza (con notable frecuencia) con niños a partir del tercer trimestre, es decir, cuando el bebé está completamente formado y podría sobrevivir fuera del vientre materno con los cuidados adecuados.
Estas imágenes muestran el cruel procedimiento. Otras imágenes mucho más impactantes pueden encontrarse en Google.
Es importante notar que se difunden muchas informaciones falsas sobre estos procedimientos, incluyendo el argumento de que ese tipo de aborto no es brutal porque el bebé muere sedado por la anestesia que se le administra a la madre para efectuar la operación. Algunos de los principales anestesistas de EEUU comparecieron ante el Congreso y negaron ese argumento, que a su vez es corroborado por conmovedores videos que muestran la desesperada lucha del bebé durante sus últimos instantes de vida.
En muchos lugares se considera un abuso a los derechos de la mujer, no sólo explicarle en qué consiste este procedimiento antes de realizarlo, sino el simple intento de sugerirle otras alternativas, como la adopción después del parto o la entrega del niño a un centro de caridad o la ayuda pública a la madre en casos de carencia económica. En realidad, la supuesta defensa de los derechos de la mujer redunda en beneficio muy lucrativo para los abortistas. Incluso servicios subsidiados, como "Planned Parenthood" en Estados Unidos, cobran entre $350 y $1,500 por cada aborto (dependiendo de lo avanzado del estado de gestación) en un total de 328,000 procedimientos realizados por esta organización en 2016, pese a que ha recibido también $554 millones en subsidios federales que obligan a todos los ciudadanos y residentes americanos a pagar por estos abortos a partir de sus impuestos (aunque muchos sean de conveniencia y no tengan ninguna justificación terapéutica ni psicológica). Además, Planned Parenthood recaba cuantiosos ingresos del tráfico de órganos extraídos de esos niños, los cuales se diluyen en jugosos salarios y pago de honorarios, como pudo comprobarse por la conversación grabada en un video divulgado en la prensa y los medios sociales hace pocos meses.
En España se calcula que el negocio del aborto ha facturado unos 1.000 millones de Euros en lo que va de siglo y está dejando cerca de 50 millones de Euros anuales de beneficio entre los 191 centros abortistas existentes. Además, durante este período la cifra de negocios abortistas se ha duplicado y con ella, inevitablemente, la del número de abortos realizados. Pero ¿cúal es el motivo de esta alza tan drástica del número de centros? La respuesta es clara: acabar con la vida de niños antes de nacer ha estado (y sigue estando) a cargo de los impuestos que pagan todos los españoles desde la aprobación de la ‘ley Aído’.
Las cifras que he econtrado en otros países de Europa son de 2005 y cabe suponer que el nivel actual es muy superior. Para entonces se registraban (por poner sólo unos pocos ejemplos) en Rumania (739 abortos por mil nacidos vivos), Bulgaria (588 por mil), Hungría (499 por mil) y Eslovaquia (355 por mil).
Algo que también se mantiene en la sombra es que Margaret Sanger, fundadora de la multinacional abortista Planned Parenthood Federation International, apoyó abiertamente las prácticas eugenésicas de los nazis y se opuso al crecimiento de las poblaciones de negros, hispanos y pobres. Su razonamiento de fondo era que a menor número de personas, mejor distribución de la riqueza y proponía planificar en forma centralizada los nacimientos de modo que sean algunos privilegiados quienes decidan quiénes deben nacer y quiénes no.
Es notable, por otra parte, que quienes condenan la pena de muerte, incluso en castigo de los crímenes más horrendos, con demasiada frecuencia abogan por el derecho a abortar. Se ha propagado el argumento de que condenar a muerte a una persona supone negarle el derecho a la vida, que es un atentado contra los derechos humanos, recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos proclamada por las Naciones Unidas. Pero le niegan ese derecho a un ser humano vivo por el simple hecho de estar en el vientre de una mujer que lo aborta con demasiada frecuencia con la única consideración de su conveniencia.