La persecución de cristianos es ya un acontecimiento común en Asia y Africa, pero también Europa y América sufren por la represión contra los valores cristianos que fueron la base fundacional de las naciones que forman parte de esos dos continentes. No se les persigue todavía en donde predominan las democracias, pero aun en muchos de esos países se les obliga a aceptar la imposición de valores en sus vidas y profesiones que atentan contra la doctrina de su fe.
Hay matanzas de cristianos en muchos países Asia y Africa, arreciada la represión donde les está absolutamente prohibido abrir un templo propio o manifestarse como tales, incluso en países que se proclaman aliados de las democracias occidentales, como los de la Península Arábiga; pero donde está aconteciendo un verdadero genocidio es en la región que comprende a Siria, Iraq y Afganistán, países que han sido abandonados a su suerte por Occidente con vacilantes acciones militares que no resuelven nada, dando lugar a que Rusia llene el vacío y se esté proclamando como "salvador".
La retirada intempestiva y -peor aún- ¡anunciada! de las tropas aliadas de Iraq y Afganistán cuando en esos países comenzaba a imperar el orden y se ensayaba sembrar la semilla de la democracia, así como la renuencia a detener con una fuerte intervención el genocidio desatado por Assad en Siria y de ayudar con determinación al pueblo sublevado desembocó en una sangría de cientos de miles de mártires y en la progresiva radicalización de los sublevados, que en su desesperación ante las matanzas de Assad acabaron cayendo en las redes del fanatismo islámico.
Los cristianos en Siria se enfrentaron con una espantosa persecución por parte de muchos de los sublevados, los cuales declararon un califato y consolidaron un Estado basado en el terror mientras las fuerzas democráticas miraban con los brazos cruzados. Esta persecución provocó la lamentable anomalía que obligó a los cristianos sirios a apoyar al dictador para salvar sus vidas.
Ese califato (ISIS) ha sido la fuente del terrorismo que azota al mundo en estos momentos, sin que los países democráticos se decidan a barrerlos de una vez por todas para extirpar el cáncer que ha provocado la mayor estampida de refugiados hacia Europa en toda la historia y que está minando la integridad de la Unión Europea.
Ya pasaron más de dos años desde que el califato de ISIS provocara la tragedia de Mosul. Dos largos años en los que más de 150,000 cristianos, sacados de sus casas de manera salvaje han sido asesinados y los sobrevivientes han vivido como refugiados en casetas de obra o barracones en otros países donde han encontrado precarios refugios. Dos años en los que sus vidas quedaron congeladas. Muchos ya han perdido la esperanza. Otros sueñan con regresar. Los más, ya miran su futuro en una mítica acogida en Europa.
Han pasado dos años también desde la conquista de Faluya por los extremistas islámicos, a unos pocos pasos de Bagdad, la capital iraquí. Finalmente, después de una batalla que ha durado meses por la falta de determinación de las grandes Potencias de intervenir para poner fin a la tragedia, las fuerzas iraquíes han ocupado las ruinas de una ciudad fantasma, despoblada, arrasada.
En Mosul quedan todavía algunos cristianos, atendidos por unos pocos sacerdotes, monjes y obispos, que han sobrevivido la espantosa masacre. En abril pasado se recogieron firmas en apoyo de un segundo Congreso Internacional sobre cristianos perseguidos (identificado como #WeAreN2016), que en esa ocasión se celebró en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York, al cual DemocraciaParticipativa.net brindó apoyo y publicidad. Esta acción probablemente logró que el Parlamento británico calificara como genocidio, bastante tardíamente el 21 de abril de este año, las atrocidades cometidas por ISIS. Pero en realidad poco más se ha hecho, salvo los bombardeos aéreos que causan daño (incluso a la población civil inocente) pero no derrotan al enemigo. Y la tragedia espantosa que abarca a millones de refugiados cristianos, yazidíes, kurdos e incluso musulmanes de otras sectas, continúa.
Entre los que se preocupan por esta tragedia y tratan de hacer algo, por pequeños que sean los resultados, se encuentra el director de campañas de CitizenGO Alemania, Eduardo Pröls, que está haciendo acto de presencia en las zonas de conflicto, escuchando a los sacerdotes a los obispos, a los monjes, a las madres, a los padres, a los niños, para darles aliento y tratar de encontrar soluciones a su calvario.
Ahora nos piden, no ya un donativo (que también podemos ofrecer para aplacar tanta miseria) sino una firma para que llegue a las víctimas de persecución un mensaje de aliento que les diga: ¡no estais solos! Para dar la firma, invito a los lectores a entrar a ESTE ENLACE
Es bien poco lo que pide y sería lamentable que no encontráramos ni un minuto para bridarles esa muestra de solidaridad. Confío en que no será así y ni un solo lector estará ausente de la lista de honor.