Según nuestras creencias filosóficas o religiosas, podemos asumir una posición en contra del aborto, pero justificarlo en determinados casos y limitarlo según las circunstancias. Desde el punto de vista de las libertades democráticas, este controversial debate está abierto a múltiples consideraciones, no sólo de orden religioso o filosófico, sino también desde la óptica científica, sociológica, económica, cultural, etc, así como su aplicación en materia de derechos humanos.
No obstante, estos debates y controversias suelen eludir el problema más lamentable, que es cuando el aborto se convierte en un negocio o cuando se realiza por la simple conveniencia de evitar una responsabilidad.
En los negocios suele no haber otra ética que la de los que buscan en ellos la riqueza y el bienestar, en cuya búsqueda se puede seguir un curso benévolo, productivo y honesto, pero se puede alcanzar en muchos casos altos grados de crueldad, sobre todo cuando hay leyes permisivas que dejan el camino abierto a prácticas que se mantienen en la sombra para edulcorar con blandas justificaciones la terrible realidad de lo que se está haciendo.
Por eso mencionaré algunos hechos concretos que dejaré al juicio de los lectores.
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