Los que han huido de zonas bajo control yihadista relatan las terribles condiciones en el califato
Mosul, Jul.14.─ “Nos fuimos por los bombardeos y porque ya no teníamos ni agua ni comida”, cuenta Shabba Mohamed Salah, que escapó del casco antiguo de Mosul el pasado domingo, en el centro de tránsito de Hamam al Alil, 30 kilómetros más al sur. Ella, su nuera y sus nietos se hallan entre los últimos civiles en abandonar la capital iraquí del califato. Pero a medida que se reducían las llegadas desde esa ciudad, los campamentos instalados para acoger a quienes huyen de los combates han empezado a recibir un incipiente flujo procedente de Hawija, uno de los últimos feudos del Estado Islámico (ISIS) en Irak y la previsible próxima batalla para las fuerzas gubernamentales.
Una pequeña clínica establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) recibe a los desplazados y les ofrece asistencia médica. Luego, el personal del Norwegian Relief Committee (NRC), la ONG que gestiona el centro y uno de los campamentos adyacentes (el otro lo lleva el Gobierno iraquí directamente), facilita agua, comida y colchonetas a los recién llegados, a quienes se acomoda en grandes carpas colectivas hasta que se resuelve su destino.
“Algunos piden ir a un campo determinado porque tienen familiares allí, pero no siempre es posible; depende de que haya espacio y la mayoría están saturados”, declara Melany Markham del NRC. Los dos mares de tiendas de Hamam al Alil, sin ir más lejos, se encuentran al tope de su capacidad con un total de 50.000 personas.
Shabba y su familia no tienen preferencia. Sólo quieren “un lugar para estar en un campamento, en cualquiera”. Tanto su nuera, Alia, de 38 años, como su nieta Haifa, de 15, parecen agotadas, pero la matrona se mantiene firme a sus 72 años. Han sido cinco meses de bombardeos. Encerradas en casa. “La mayoría de los edificios resultaron alcanzados y muchos vecinos murieron”, relata sentada sobre una estera extendida sobre el cemento ...
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