Defensor de los DDHH en peligro de morir por huelga de hambre

La Iniciativa Cultural para una Democracia Participativa, desde sus páginas de DemocraciaParticipativa.net respalda el llamamiento que el Centro Cubano de España ha lanzado al resto del mundo para salvar la vida del activista y defensor de los Derechos Humanos en Cuba, Marcelino Abreu Bonora, detenido sin juicio desde abril 13 de 2012 hasta su condena el pasado 29 de agosto de 2013 bajo los cargos de "desorden público" y "desacato al Comandante en Jefe" [Fidel Castro], lo cual le valió una sentencia de 4 años de prisión después de un breve proceso judicial. No se le permitió a Abreu estar presente en ese juicio.

Así denuncia la nota recibida del Centro Cubano de España:

EL CENTRO CUBANO DE ESPAÑA, a través de su Presidente D. José Oscar Pérez Couce, se une al llamamiento para salvar la vida de este compatriota y activista por los Derechos Humanos.

Apatía en exceso

por Pablo Rodríguez Carvajal

Marcelino Abreu Bonora  Florida, Feb.4 (www.PayoLibre.com).– Apatía es un término de la psicología que suena feo; a muchos, supongo, también le suene lejano. Ellos no la padecen. No. Eso lo padece, quizás, otra gente. ¿Qué es? Puede ser la falta de interés que se le ponga a un hombre, que hoy se llama Marcelino Abreu Bonora, al borde de la muerte, en una huelga de hambre.

Hace pocos años ese hombre lindando la muerte se llamó Orlando Zapata Tamayo. De nada valía los esfuerzos de tres o cuatro activistas por hacer consciencia de su situación: una huelga de hambre que a todas luces iba rumbo a la muerte, donde al fin llegó. De nada valió que Oswaldo José Payá Sardiñas –ya también víctima del régimen castrista– por video, por escrito o como le fuera posible hiciera llamados por salvarle la vida a Orlando. Nada.

Marcelino Abreu Bonora. Así se llama quien quizá cuando leas estas líneas sea pretérito, porque ya su cuerpo desgastado por reclamar sus derechos, tu libertad y la mía, no resista más.

Ojalá no suceda, pero veríamos a los que hoy no les importa un comino usarlo de estandarte, sin jamás admitir su propia culpabilidad por su admisión hija de la apatía. No faltará quien, después de algo así como negarse a hacer una marcha de llamado por su vida, la haga, como pasó con Zapata.

¿Y después de muerto habrá quien quiera robarle la gloria? Sí, y muchos que le aplaudan su teatro también. Y se derrocharán galones de tinta… Pero de la apatía en exceso existente, nadie hablará. Y quien hable será vilmente atacado por los mismos apáticos. 

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