He estado pensando… (XCII)

Padre Alberto Reyes

       He estado pensando en algunas aclaraciones sobre el perdón

Uno de los mecanismos a través de los cuales se sostiene una dictadura es provocando la división y el enfrentamiento entre los hijos de un mismo pueblo. Por eso una dictadura produce tantas heridas, tantas fracturas, tanto odio contenido, y por eso, en toda transición de la dictadura a la democracia, es necesario un proceso de reconciliación nacional, y la reconciliación implica el perdón.

 Pero, ¿qué es y qué no es perdonar?

Perdonar no es olvidar. Hay cosas que no podemos olvidar, que no queremos olvidar, que no debemos olvidar. No debemos olvidar cómo un grupo de personas utilizó a este pueblo para tomar el poder y luego dejó a ese mismo pueblo en la indefensión; cómo usaron la democracia para masacrarla luego y destruir la libertad, la prosperidad y ahogar la voz de toda una nación. No debemos olvidar que es mala idea idolatrar a los líderes y entregarles todo el poder. No debemos olvidar que cuando dejamos que se destruyan los mecanismos que defienden al individuo, a la sociedad civil, estamos construyendo nuestra propia cárcel.

Perdonar no significa dejar de sentir dolor. La libertad llegará, pero no podrá borrar todo el dolor del alma de esta generación. Aunque caminemos hacia un futuro diferente, no tendremos más remedio que hacerlo cargando con nuestros pedazos rotos: los muertos que no volverán, los sueños que nunca pudieron ser y que ya no serán, las pérdidas y el desarraigo que provoca toda emigración, la violencia sufrida, la rabia contenida, la existencia en el miedo, la impotencia continua, la vida que nos fue robada. Son cosas que duelen, que dolerán siempre, y no podemos pretender que el dolor no duela.

Perdonar no es negar la historia. No es decir: “No pasó nada”, porque sí pasó, y lo que pasó no puede ser ignorado. Un pueblo que ha vivido bajo el acoso de unos sobre otros no puede “pasar página” si no se aclaran las cuentas turbias, si no se reconoce la verdad de lo que ha sucedido. Y perdonar no es renunciar a que se haga justicia. El ser humano es responsable de sus actos, y si bien es un derecho optar por la línea política que se prefiera, nadie tiene derecho a dañar a su prójimo, nadie tiene derecho a volverse contra su hermano, aunque no piense como él.

Perdonar no significa que el que hizo daño no asuma las consecuencias de sus faltas, o no repare los daños causados, o evada el juicio de las leyes justas.

Entonces, ¿qué es perdonar?

En la transición a una democracia, perdonar es tener la grandeza de alma suficiente para ofrecerse a construir un presente y un futuro mejor para todos, dando lo mejor de sí y aceptando a todo el que quiera unirse al sueño común, sin dejar que el dolor o el resentimiento impidan el crecimiento de lo que puede ser bueno.

 Perdonar es la decisión de facilitar todo lo que ayude al acercamiento, al diálogo y a la colaboración mutua, siendo capaces de poner a un lado las heridas y el dolor que ellas causaron, esas heridas que estarán siempre allí, ese dolor con el cual tendremos que aprender a convivir, haciéndolo compañero de un camino que mira a una historia donde no se repita el mal.

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