He estado pensando… (XCIII)

Padre Alberto Reyes

            He estado pensando que la serenidad no es resignación

Ya sabemos que no siempre la realidad es lo que parece. A primera vista, puede dar la impresión de que los cubanos nos hemos resignado a llevar una vida circular, repitiendo un ciclo interminable de días dedicados a la supervivencia cotidiana y al juego de equilibrios entre todo lo que hay que hacer y resolver y las intermitencias impredecibles de la electricidad.

Cuba da la sensación de estar suspendida en el tiempo, congelada en un inmovilismo perenne e irrompible. Pero la realidad no es esa. Debajo de esa calma aparente, existe un pueblo inquieto, inconforme y molesto; un pueblo que todavía sueña y que se revuelve impaciente entre las cadenas que aún no ha podido quitarse, pero que está decidido a que no sean su futuro.

No sabe cómo hacerlo, pero sabe que no quiere vivir bajo este sistema, y espera el momento en el que la luz atraviese la espesa densidad de las tinieblas.

Es una situación complicada, donde, de momento, nadie se atreve a dar un primer paso definitivo.

El pueblo no se atreve. Amenazado e indefenso, no se atreve a lanzarse a las calles, a plantarse en masa hasta que la presión se haga inaguantable y “tenga que pasar algo”.

El gobierno no se atreve a proponer una iniciativa viable. Consciente de su fracaso popular, vive secuestrado por su miedo a un pueblo inmanejable y a un futuro impredecible, y centra toda su energía en amenazar, reprimir y controlar.

No hay diálogo entre las autoridades y el pueblo, no hay un espacio para proponer soluciones.

Estamos atrapados entre la rabia y la indefensión del pueblo y el miedo y la testarudez del gobierno, y el resultado es una situación donde todos perdemos, donde nadie es feliz, donde nadie vive en paz.

¿Cómo salir de este absurdo? ¿Cómo romper este inmovilismo sin que medie la violencia que nace de la desesperación inaguantable?

No se me ocurre otro recurso que apelar a aquellos que participan del poder y son conscientes de que estamos en un callejón sin salida, de que no sólo es necesario que este pueblo diga: “¡Basta ya!”, sino que desde la cúpula del poder en este país haya gente que también diga: “¡Basta ya!”: Basta ya de que todos, los que gobiernan y los ciudadanos de a pie, arrastremos una isla paralizada, mendiga, sin presente ni futuro, una isla de represores en alerta y de reprimidos miserables.

Sé que no es fácil, sé que puede ser incluso muy peligroso, pero quiero creer que en las esferas que controlan este país hay personas que ven la situación extrema de este pueblo, que entienden que lo mejor es que ellos den el primer paso, y que quieren que este país se destrabe.

Porque si no es así, si todos son ciegos, y no ven, o ven, pero no entienden, o entienden pero su alma no les da para pensar en el bien de su pueblo, entonces la solución puede venir de la desesperación y la rabia, porque la fuerza de un pueblo se puede ignorar y subestimar, pero eso no es buena idea.

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